08 junio 2005

“Compañero de sueños�

Natalie era la misma de siempre, aún cuando de adolescente pasó a ser mujer nunca cambió su esencia de ver la vida, tranquila, ecuánime y en muchos momentos solitaria. De una belleza poco común amaba las grandes plazas donde hubiese árboles para una lectura apetitosa que le tuviera entretenida hasta altas horas de la tarde, así, tranquila, no imaginaba su vida alejada de los libros que le permitieron experimentar los pastos más exóticos de todo Inglaterra durante sus estudios.
Al caer la tarde era casi un ritual tirarse en jeans bajo la sombra de cualquier árbol que le proporcionara un cobijo regular para leer cuanto libro fuese cogido por ella, que entre más grueso se mostrara mayor interés le provocaba...
De niña siempre solía ser traviesa, nadie hubiera creído que coloreaba con crayones los libros de su difunto padre, peor aún arrancarle las hojas a ciertas colecciones que simplemente le eran más de interés si se convertían en barquitos de papel o simples aviones aerodinámicos torpemente doblados por sus manos infantiles.


Su primer contacto con el que ella pudiera llamarle “compañero de sueños� fue aquél que le leyó una chica ya no tan adolescente que en turno le cuidó, cuando sus padres salieron esa noche. Supo lo que contenían, por primera vez, esas pastas repletas de dibujos y garabatos extraños, supo porqué su padre veía una y otra vez el mismo objeto durante mucho tiempo cada vez que llegaba al sillón en el que ciertas ocasiones ella ocupaba al lado de él, ahí, posada en sus rodillas acompañándole a que él terminara eso que siempre tenía en sus manos y ponerle a ella un poco de atención.

Nadie le dijo en la familia un porqué de esas pastas grandes hasta que esa chica llegó, simplemente no optó por prender la televisión ni molestarse en acostar a Natalie, quien después de todo curioseaba la llegada de su nueva cuidadora. Bastaba sentarse en el sofá y pedirle a Natalie que escuchara, hiciera lo que hiciera y que cerrara sus ojitos para pensar en lo que aquella chica pronto, misterioso y lento contaba.
Esa noche Natalie no durmió... fue la noche en que supo que existían hadas y tesoros, esas figuritas de niñas con alas ahora sabía que eran buenas y volaban, oyó de grandes valientes y feroces dragones, vió con los ojos cerrados a héroes que luchaban con caballos de largas crines y también supo sobre pegasos... esos seres puros y blancos parientes del unicornio encantado que difícilmente podrías alejar de la mente en la niñez.
El sueño la venció... y dentro de su sueño formaba figuras de todos esos seres que esa noche conoció...
A cada salida de sus padres Natalie suplicaba que la visitara la misma chica de los cuentos, pidiendo insistentemente que no olvidara traer su “compañero de sueños� . Lo curioso no era temerle a furiosos hechiceros ni embravecidos dragones, lo curioso era pedirle a la chica que le enseñara a saber cómo descifrar esos garabatos y saber entender esas grandes pastas...
La chica lo logró, supo que su legado de lecturas fantásticas había cumplido su cometido...y simplemente desapareció.
Cuando Natalie terminó su adolescencia, descubrió por las viejas calles de Londres un escaparate de libros viejos y carcomidos. Estaba hipnotizada y no hacía más que plasmar sus manos en el cristal para querer confirmar lo que ella alguna vez soñó y quizá fue verdad: Postrado en una esquina, casi sin ser perceptible a quien pasa por ahí, estaba aquel libro “compañero de sueños�, ahí, quieto y oscuro que en ese momento le evocó todo lo que de niña sabía que había sentido.
Era la tienda igual de vieja que su dueña, oscura al interior con olores de naftalina y hoja añejada daban la bienvenida junto con la dueña sonriente y de ojos aún llenos de cosa vivaz.
“Una Bruja� ella hubiese pensado si se remitía a las historias que siempre le llenaron el alma de fantasía... la campana de la puerta la invitó a pasar, de frente se miraron a los ojos, y esa vieja que parecía haber pasado por mil batallas simplemente atinó a decirle: “Sabía que algún día serías tú quien vendría por él�. Señalando al “compañero de sueños�.

“Es tuyo, llévalo a donde pueda crear más raíces como lo hizo contigo, ¡vamos!, que esperó mucho tiempo ahí guardado y está ansioso porque lo vuelvan a leer...�

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Adoro esos libros de pasta gruesa y hojas amarillentas, es un deleite dar vuelta a cada una de sus páginas con sumo cuidado como si de humo fueran hechas.

Cuantas manos no habrán acariciado esos libros, cuantos ojos no habrán danzado linea tras linea, absorbiendo tantos significados y tanta belleza.

Es un hermoso relato el que acabo de leer.

Punto aparte agradezco tu visita por mis inconciencias.
Es agradable tu espacio, me gusta lo que leo ...estaré cerca.

Anónimo dijo...

qué bonito!
... y nunca dejamos de soñar

Mariwell dijo...

Me identifico con Natalie cuando se tira al pasto debajo de un arbol, en jeans para leer.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Kleine, pequeñita..
chiquita.
Es bonito ser niña y tirarse en el pasto, si. De lo mas rescatable de la vida.

OdinGhost dijo...

buenos! leo y luego vuelvo!!

Freddy dijo...

mi unicornio azul ayer se me perdió....cuando no prendemos la tele y leemos es un tiempo muy bien aprovechado.....ahhh maravilloso el universo de la literatura, del séptimo arte, de la buena música,,,,,,saludos

Anónimo dijo...

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