15 mayo 2006

Recuerdos infantiles

Esa niña que tanto se divirtió con él, siempre le guardaba una enorme admiración.
Esa niña que siempre le miraba, le suspiraba y le esperaba cada atardecer mirando a través de la ventana.
Ella recordaba mucho su niñez, donde le enseñaba cómo cantaban los grillos, de donde salían los sonidos de la noche para que no lo llamara y temiera que algo feo se apareciera de repente.
En mucho le agradecía que fuera totalmente inocente. Que a cualquier accidente él tratara de consolarle y mostrar que no siempre el dolor es algo malo.
El, lleno de orgullo, sabía que podía luchar valiente. Y mostrarle que derribaría gigantes en la oscuridad.

Al dar jirones de manecilla tiempo tras tiempo:
Ese chico con el tiempo se volvió hombre, y llamaba a su amiga, la niña consentida.
Ambos, blancos de mente, sabían que su mundo era el campo, aquel río de plenas aventuras y charcos de lodo. Entendían que los tiempos de trabajo y los de recreo tenían el espacio adecuado.

Ella crecía y él maduraba.
Ella aprendía, algunas veces con llanto, otras con curiosidad y otras más por la vida misma que el instinto da.
El enseñaba, se aventuraba y conocía, compartía lo aprendido, miraba a la vida con ojos naturales.
Y cuando ambos supieron que la vida iba más allá de unas casas de campo, en provincias tranquilas, quisieron hacer planes, cada uno en su tiempo, para salir y vivir y contarse historias diferentes.

El deseaba emigrar, conocer otros cielos, otros instantes. Ser el marinero que su padre vio de pequeño en él. Enfrentar a dragones y sirenas sin querer ser héroe más que de su embarcación pequeña.
Ella anhelaba sanar, ser la princesa que levanta al enfermo tan sólo en un toque de amor.
Ambos miraban la vida como un cuento al que comenzaban a leer de inicio.
Ambos sabían que en el cuento habría hojas por leer buenas y hojas por leer cansadas.
La vida les cambiaría cuando los tiempos comenzaran a acelerarse.
El padre de él lo mandaría lejos al cumplir los 17.
El padre de ella la enviaría a uno de esos institutos donde se aprende a ser toda una dama.
Y el tiempo los separaría.

Y en sus mentes ambos se recordarían.

Y la ironía de los tiempos haría que se juntaran de nuevo.

Ahora ella es enfermera.
Ahora él ya es un anciano.
Ella curando su senectud, acompañándolo en una última aventura.
El agradeciendo su benevolencia, recordando los tiempos y proclamando una pronta muerte para que dejara de ser una carga pesada.
Fueron amigos de infancia, y amigos de un tiempo que se perdió en un lugar de la provincia, donde siempre las historias perduraron como los típicos cuentos de hadas, con brujos y buenos, con hadas y animales y tiempos mejores que guardaron como esos libros en las bibliotecas de su corazón.

8 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

Bienvenidos a la nueva casa, más grande, libre y plena.
Invito a pisar por aquí y por allá.
Y una sugerencia:
tengo un botoncito que mucho me gustaría ver en tu blog.
¡Anda, llévatelo!.

Celebraría un año de Bloggy, pero eso fue el 11 de abril. Felíz no aniversario.
Y como siempre, gracias por sus visitas y valiosos comentarios.

Adelante pues!

Enigma dijo...

Enhorabuena Dra. que bonita casa le quedo, veo hay secciones por aqui y por aca, asi que sera un placer seguirle visitando.

Un beso

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Angeek dijo...

¡Felicidades por el nuevo look!
¡Linda historia!

The_Saint_Mty dijo...

Saludos dra. Se ve bien tu nueva casa...buen inicio de semana

Anónimo dijo...

Felicidades por la nueva casa, está llena de luz.

Y la historia me encantó, encuentros y separaciones en la memoria. ¿Qué tanto podemos guardar un recuerdo hasta que logramos encontrarlo de nuevo?

Felicidades de nuevo.

Kix dijo...

¿Soy solo yo o hay un problema real con los caracteres especiales? Porque intenté abrirlo tanto con IE como con Navigator con el mismo resultado...

:-(

Unknown dijo...

Ahhh, tiempo inolvidable, el Paraíso Perdido. Slds. S.

RAYDIGON dijo...

Quedo linda tu nueva casita, felicidades G.

Besos dobles hoy.