28 abril 2006

Una linda pareja

Alrededor de todo el mundo hay, sin que en ninguno se excluya, una pareja.

Sí, un hombre con una mujer, un chico con su auto, una mujer y una mujer, un celular para una adolescente, un hombre y un hombre, un trabajo para un loco, un chico amando a una anciana, una computadora para un hacker, una niña adorando a su profesor, celos por otra persona e ilusiones por estar con alguien...

Siempre hay algo para alguien y alguien para algo

Así en el mundo de los colibríes.

Todos zumbaban contentos y pispiretos, chupando la miel de toda bella flor, convidando las mieles y haciendo niditos de amor.

Sólo Colito suspiraba desde una rama escribiendo, pensando; pensando y escribiendo. Se le podían escuchar las palabras hasta en voz alta, como si Shakespeare o hubiesen reencarnado en él.

Palabra tras palabra, rima tras rima, hacía cosas bellas en lenguaje de pájaro. Muchos se acercaban a curiosear, otros a burlarse -¡qué tontería perder el tiempo en dejar letras cuando las puedes aplicar a la realidad!- le decían los más irónicos.

Colito no hacía caso, estaba tan ensimismado con todo ello que parecía que el mundo se le había detenido así nomás y lo vertía en cosas que él aplicaba.

Un caracol, subiendo por la rama hizo una interesante pregunta que le cortó toda letra, toda idea, todo en seco

- ¿En quién te inspiras tú para que puedan salir tantas cosas de tu mente?- y el pequeño le miró y sin prisas le contestó

- Creo que en el amor, creo que en la naturaleza, creo que en toda cosa que miro moverse...

- ¿Nunca te han pasado cosas malas para que dejes de hacerlo?

- Mmmm, no, ¿o sí?, bueno, me han roto el corazón tres veces, yo lo he roto cinco, he sufrido por extrañar tremendamente y me han llegado avisos de que hay siempre alguien que se acuerda de mí... me da melancolía no estar en sitios que visité y recuerdo a algunos que murieron sin que yo nada pudiera hacer...

- ¿Y todo eso te sirve para escribir?

- Sí, claro, es como meterlo a un lugar donde lo aplasto, lo muelo y lo transformo en forma de poesía, con recuerdos sí, pero ya sin espinas ni cosas dolorosas.

- ¡Oh!, entiendo... ¿pero no te cansa tanta cosa buena?, digo, alguna vez debiste enfadarte, tirar todo y maldecir

- ¡oh si! Lo hago frecuentemente, termino llorando y buscando un escape... y escapo por medio de las letras e historias de cosas que suceden e imagino en éste mundo paralelamente a otro que tengo aquí –señalaba su corazón-

- ¿y puedes decirme cómo es que has aprendido a hacer eso?

- No lo sé, simplemente brota, sale, y lo aplicas al papel

- ¿Hubo alguien que conociste que hacía lo mismo?

- Si, una amiga muy cercana, alguien que parecía estar siempre sola sin estarlo en realidad... adoraba escribir en camiones, en la calle, en su oficina, hasta en el baño escribió dos veces según me contó, siempre me la encontraba en el mismo lugar, yo con hambre me arrojaba semillitas y me sorprendía su paciencia de no espantarme cuando me acercaba lentamente... al tiempo me le acercaba, volaba sobre ella, luego me posaba cerca de ella, tres veces en su hombro y una vez le manché la ropa... tu sabes, mi pancita estaba llena... por eso nos hicimos amigos, por eso creo que me contagió, ella se internaba en un mundo que me gustó.

- ¿La conozco?

- Creo que has platicado con ella un par de veces... mira... ¡ahí va!! es la Doctora Kleine.

27 abril 2006

Encanto nocturno

Ella llegó a mi oficina causando muchas miradas disimuladas, era lógico en un mundo lleno de hombres y pocas mujeres por secretarias.

Sus tacones tan altos le delataron las piernas tan hermosas y largas. Entendí porqué hay mujeres que escogen un atuendo para atrapar a alguien... éste me atrapó a mi. Le hacía los grandes honores en mostrar sus pronunciadas curvas, una cadera tan fina que enardecía sus pechos firmes, como mirando al cielo en busca de algún ángel.

Llegó segura de sí, mirando y no, por el sombrero negro que le cubría el resto del rostro. Sólo sus labios se dibujaban sensuales ante una sonrisa amable, blanca y hermosa que invitaba a posarle un beso siquiera.

Pocas mujeres son tan elegantes al entrar a la oficina con guantes y un velo ligeramente disimulado. Si... arrastraba miradas.

Al llegar, solicitó con mi secretaria, una cita directa. Era obvio que enseguida le atendería complaciente sin tratar de demostrar tanta displicencia.

Así me contó de la inversión que deseaba hacer, así me llevó en fantasía de pensar la de cosas que yo podría hacer con ésa mujer.

Me rompió el leve ensueño para saber mi propia opinión, me costó concentrarme.

Por dos días solicitó la asesoría personal, después telefónica y al final una cita fuera de la oficina. Fue genial.

Su presencia en aquel restaurante causaba oleaje de miradas. Llegó más abierta, sin tanto formalismo, más confiada y hasta muy amigable. Ahí salieron las ganas del conquiste. Yo debía pensar que de alguna manera le era atractivo, muchas no se equivocaban al elegirme para algún affair de una noche o fin de semana.

Valí todas mis artes. Era alguien digno de un banquete que pocas veces cae en un plato como el mío.

Al percatarse del mutuo jugueteo brindó y no dudó en susurrarme que ya estaba mareada. Eso excitaba mi plan. Aceptó mi propuesta de ponerla más cómoda en mi departamento y así sucedió. Era endiabladamente hermosa y mística, con guantes, sombrero y ropa tan costosa que cubría casi todo su ser.

Brindamos con una copa más, miró mi colección de cuadros y algunas fotos de mi estudio hasta que coloqué mi mano en su cintura deslizando por el contorno de su espalda.

Poco a poco la plática se volvió más callada convirtiéndose en una respiración avanzada.

Opté por quitarle el vestido... despedía un olor extraño... –son las feromonas- pensé, y como príncipe llevando a la doncella, la posé en mi extendido lecho.

Ella sólo decía que tratara de aceptarla tal como era

¡Propuesta que estaba de más!... el olor se intensificaba... su humedad la delataba... eso lo sé. Mi experiencia me cuenta que hay mujeres que siempre son receptivas hasta cuando uno las besa apasionadamente.

Sus pechos, su espalda, sus piernas fueron exploradas por mis lentas manos, podía sentir su piel de una textura extraña...deslizable, ¿suave quizá?... ella yacía con los ojos cerrados, gimiendo el placer que le causaba la cercanía de mi cuerpo...

De momento decidí alejar su ropa y la mía de nosotros dos y los guantes de su mano fueron los primeros... sus manos, delicadamente las besé y descubrí unas membranas entre los dedos que no le había notado desde que la conocí. Me detuve un momento y ella me pidió proseguir... besé sus senos, besé su cintura, yo moría por tenerla ya...quité sus medias y el olor se intensificaba más de lo que yo esperaba... juraba que estaba en medio del mar porque algo afrodisíaco me incitaba a seguir.

Me detuve en seco: los dedos de los pies parecían escamosos con las mismas membranas simulando a las de un pato.

- ¿qué te pasó en tus pies?- le dije aún besándola- ¿porque lucen así?- ella sólo atinaba a pedir más besos y más abrazos, me decía que aquello era producto de su manera de ser.

Y me hundí en su vientre, estaba como poseído, algo acuoso comenzó a salir... una sustancia que no era nada parecido a alguna otra escena sexual... ella gemía... ya estaba en el éxtasis pero yo la miraba y de forma sorprendente su piel se transformó, me pedía más y yo parecía estar atado a ella, su cara se transformó, el olor era similar al mar y de momento todo, ¡todo cambió!

Mi clímax vino tan pronto como el de ella, creo que desmayé un poco, me tendí sobre el lecho...suspiré satisfecho.

Un poco más repuesto la miré... la busqué... ¡me levanté!, ¿dónde diabl...?

Ahí, junto a mí, yacía un charco flotante, cristalino, mágico lleno de agua que yo juraría inexistente...

Agua que no se consumía por mi cama, agua que hacía cristalino el fondo para ver...

Ahí dentro una sirena. De esas que te cuentan marineros jurando que no existen más que en tus sueños.

No me escuchaba, ni siquiera parecía mirarme...

Dormía... encapsulada en el olor azul, tierna, inocente, con luz.

Yo la miré...quieta, acurrucada, bella... derramé dos lágrimas de conmoción, poco me acerqué y me dormí.

26 abril 2006

¿Sexo? ¡Cuando gustes!

Si te dijera que en ése momento el hombre más perfecto que había conocido se dirigió únicamente hacia mí no me lo hubieras creído.

Pues así pasó.
Yo estaba distraída, en verdadero pensamiento del cómo podría abordar a mi jefe y tratar ese problema del aumento de trabajo sin aumento de sueldo. Había contemplado todo éso que me comentaste respecto a una posible negativa, ni fuí de minifalda ni adopté un peinado ni maquillaje nuevo. Simplemente fuí como un día cualquiera sólo que con la mente llena de grillos por eso mismo.
Subimos al elevador y como es de esperar, todo un caballero me preguntó sobre el piso en el que estaba. No te negaré que pocos tienen tantas atenciones.
Hicimos una breve plática la semana pasada y a los tres días ya nos encontrabamos "por pura casualidad" en los pasillos. Ya sabes, el pretexto del ¿dónde comerás?.
Sentada frente a él pude en definitiva mirarle sus ojos, creo que eso es todo lo que le llena de luz y le da esa fuerza de sentirte desnuda cada vez que te mira de pies a cabeza. Te mira entre ternura y sensualidad. Su sonrisa innegable, mordería sus labios con tal de quedarmelos por siempre.

Tiene unas manos grandes y firmes, poco ásperas. No me gustan las que son pequeñas y que parece que nunca han sentido el rigor del trabajo.
Su espalda es ancha y sus piernas denotan un deporte frecuente.
No sé si los tiempos modernos nos estén empujando a las mujeres a querer imitar ciertos patrones de hombres en donde basta sólo el conquiste, un poco de flirteo, casi ninguna pregunta sobre compromisos presentes ni futuros y atinar a llevarte lo que te gusta a alguna cama de hotel. Tal vez si prefieres intimidar un poco, prefieras llevártelo a casa aunque al amanecer sepas que ambos tendrán -en automático- vidas separadas una vez que se besan y prometen llamar.
Así me pasó a mí ésa ocasión.

Fue espectacular todo lo que pasó después de la invitación de la primera comida; aún llegando a la oficina recibí su primera llamada, quizá deseaba verificar que no me arrepintiera de mi decisión, pero no fue así. Estaba tan consciente de una cita sexual que me excitaba la idea de que diera una media hora antes de lo acostumbrado para salir, despedirme de las demás secretarias y fingir que nada nuevo había pasado en la oficina.

¡La discreción se acrecienta!

Y así fue, nos vimos a dos cuadras más adelante y con una plática bastante divertida y amena fuimos a un hotel. Su cuerpo ya denotaba las ganas y yo no dejaba de sorprenderme de verlo tan guapo y viril.

Tras el encuentro la ducha fue genial y la despedida mucho mejor.

Sin preguntas, sin escarbos ni censura alguna nos separamos sin la menor intención de otra cosa más. Un beso y desde entonces no le he visto más.

Tal vez sea más cómodo para los hombres ésta postura para poder conocer a más chicas y llegar al punto más interesante del asunto sin tener que andar con rodeos inútiles o generando lazos que no llegarán a mucho.

Si tienes ganas de un chocolate, vas y lo compras, si tienes ganas de sexo, lo pides y ya verás si se te concede...todo esto si andas de antojo.

¿No estaremos volviendo las relaciones sentimentales en segundo término cuando nos comienza a interesar más lo meramente sexual?

25 abril 2006

Muchos como éste

Ya era justo salir de la pinche urbanidad un buen rato y echar la hueva en el pueblo de mi padre. Yo sabía perfectamente que ir para allá era trabajarle, aburrirse o ponerse hasta la madre de pedo por las noches en la esquina de la plaza, donde se juntan los peones para platicar de sus pocas viejas buenas que llegan a tener. Algunas veces los pendejos, ni cuenta se dan que se ofrecen las grandísimas putas, entre sus propios amigos. Tal vez ellas ya sepan cómo cogen cada uno de ellos y los güeyes ni siquiera se puedan llevar a más de dos al mismo tiempo.

Traer pistola o un buen machete y andar a caballo por largas distancias, colmado de sol y una tierra nauseabunda de campesinos es lo que distingue a los del pinche pueblito.

Yo me largué unos días para allá con tal de no escuchar a mi hermana la Juana con eso de que no hay quien le chingue al rancho, que todo está dado a la fregada. Total, arreglar la tierra y andar oliendo a mierda de cerdo es parte de lo que uno va a chingarle.

Así me las daba, de muy trabajador, cuando en el tendajón de la esquina pude darme cuenta de tres chavitas que estaban pelando el ojo para saludarme.

Para comprar una pinche cerveza me las tuve que conchabar a las tres, diciendo poco en realidad de mí, bastaba con que yo dijera una pendejez para que se taparan la boca y sonrieran como las sirvientas que hay en la ciudad.

Una de ellas, la más atrevida, creo que era la prima de las otras dos. Bien cabroncita a sus 14 ya se las daba de enseñar sus pinches piernas flacas y resecas con una minifalda, de seguro alguien le dijo que se le veía bien y de ahí para adelante nomás fuera el único trapo que se pone para salir – le dicen La Lety -.

De güey me meto con esa zorrita, todavía no está desarrollada y se me ofrece como si fuera ya puta de profesión, -nel, me daba asco-, era bien notoria la cara de caliente con que miraba a todos. Esa era la que movía a las otras dos a que me fueran a invitar a dar una vuelta al peñasco, o que las invitara por un helado al kiosco o estupidez y media. Siempre con risas de viejas locas sin el menor recato.

Su prima la chica, chaparrita y más o menos calladita era la que mejor me caía, aunque seguida por la influencia de las otras seguro terminaría su poca adolescencia embarazada de cualquier cabrón de ahí, llenándola de hijos y hasta pegándole cada vez que llegara ebrio al jacal.

Esa se llamaba Ana.

Tocaba la puerta y me vendía tres pesos de tortillas. Sólo me miraba de arriba pa abajo para ver qué le decía yo. Me hacía la plática y me salía con que ella era bien hacendosita. Siempre buscando la manera de tocarme, de buscar un beso, de ver si yo le abría las piernas.

Ni madres de andar con alguna. La última vez en la ciudad, por pendejo, pesqué unos pinches granos de mierda en la verga que casi me hacen llorar de dolor y vergüenza por haberme metido –dizque muy machín- con dos viejas de arrabal. Nel, aprendí muy bien la lección.

Así venía Ana todos los días a venderme Tlacoyos o tortillas, según para acompañar los frijoles y verduras que Doña Carlotita hacía. Esa viejita era la única que trataba bien el rancho de mi padre. Ni se metía conmigo ni con todo mi desmadre por las tardes, nomás me avisaba si le compraba o no a la chamaca esa.

Todo estaba de poca madre hasta que la pinche prima de Ana, La Lety, comenzó con sus mamadas de querer invitarme a un puto baile de pueblo, donde tragas tierra de tanto zapatazo. Acepté nomás porque dos cuatachos de allá les encanta la pinche cerveza y cada vez que van a la ciudad nos ponemos hasta la verga de pedo.

Y ahí estaba yo, con dos güeyes y La Lety mirando a todos cómo se embrutecían del alcohol y el bailongo. Ella los comenzó a sacar a bailar.

Tan de desmadre iba yo que comenzamos todos a chupar igual. Ya se me acercaban otras monas y pues a pasarlas con los otros dos amigos. Yo me hacía el guey nomás. Ahí fue cuando un pendejo mamado vió que desprecié a una de sus putillas hermanas, se me acercó amenazador

- ¿qué eres Puto o no te gusta bailar con mi hermana?- gruñó bien machin,

- Nel cabrón, solo vine a ver cómo bailan, no me interesa fajar con nadie –contesté a medios chiles- ya me tenía harto su desmadre de chinga quedito.

- Pos aquí nadie les hace el feo a mis hermanas – y los amigos se comenzaron a reir-

- ¡ah chinga!, ¿a huevo la he de sacar? – todos lo tomaban a broma, menos yo-

- ¡O la sacas o te corto los huevos de un machetazo! – pos ni hablar, ahí me puse a bailar con una de esas.

Pa no sentir la vergüenza de la obligación ya le entraba al alcohol, al pulque y hasta un aguardiente que por ahí alguien se dio a la tarea de circular, cuando me dí cuenta, ya los dos amigos estaban bien calientes con La Lety, yo me hice el güey y nomás los miraba.

En la madrugada, cansado de la bailada nos fuimos todos para mi rancho, teníamos que ir a dejar a La Lety a su casa, toda ebria y mal vestida. Ahí salió Ana y como nunca me miró, como si se hubiera decepcionado de mí por no llevarla a ella –¡chale!, no pelas a una y ya te ven como si debieras hacerlo a huevo.

Toda la semana me la pasé en chinga limpiando donde los cerdos, las vacas y gallinas; Doña Carlotita fue la que me dijo que Ana ya no vendría a dejar las tortillas y entendí el capricho de la chamaca. Al mes y medio de chingarle duro me fui sin nada importante que hubiera pasado salvo una carta mal escrita de Ana, que me dejó Doña Carlotita una noche antes de irme. En ella me decía que nomás de mirarme todas las tardes su corazón se había enamorado de mí pero que nunca iba a perdonar que La Lety se hubiera embarazado aquella noche de fiesta y, que probablemente fuera de mi aunque ella no lo quisiera decir a nadie.

¡Chale!, ¡qué desmadre arman las viejas! y yo con el corazón de piedra no le iba a explicar que ni siquiera la rocé... ¡ni madres!

Me largué y volví a la urbanidad, a donde te coges a una y al otro día como si nada pasara en la vida. Creo que prefiero vivir aquí aunque de vez en cuando me dé mis visitas por allá. Total, pa coger o chupar donde quiera que haya viejas y güeyes sé que podré hacerlo.

24 abril 2006

Una sola despedida

Es indescriptible la sensación que me produce un aeropuerto.
Donde las despedidas son parte de una emoción que siempre derrama una pequeña lagrimilla, sea de tristeza o sea de alegría.
Por mí nadie derramó ni una, simplemente me marché y volé hacia un destino diferente, hacia un recomienzo de la vida.
Yo conviví con él en mi país, enamorada, loca y aventada, decidí aceptar su propuesta de marcharme con él al suyo. Los planes se hicieron según lo acordado y en pocos meses me adecué a las costumbres y modos de ver la vida de los de su cultura. La ventaja fue que hablábamos el mismo idioma.
Así fue como me presentó a uno de sus mejores amigos, con quien compartía juergas e historias que una dama nunca podría escuchar de un buen caballero; yo sabía que todo hombre soltero podía hacer y deshacer de su vida, más aún en un lugar donde las mujeres bellas son algo prioritario y conocido en el mundo. Realmente se estimaban el uno al otro.
Adoptamos un perro y por las tardes, al salir él de su trabajo, nos hacía grandes fiestas por llevarlo a pasear a la rotonda del parque.
Fueron tiempos de muchos besos, de muchos abrazos, tiempos en los que el sexo era enloquecedor... adoraba sujetarme por la cintura y entregarme por completo en un baile donde la ropa va cayendo poco a poco. Si toda la casa hablara podría decirse que no quedó ni un rincón sin ser explorado y tocado por nuestra piel desnuda. Si bien podría decirse que los vecinos nos miraban, después de una noche de pasión, con ojos de incredulidad, maldiciendo quizá el momento en que no les dejamos dormir por mis sonidos excitantes que pedían siempre más al saborearle todo lo que de él me encantaba.
Todo eso comenzó cuando lo recibí en mi país y cuando me vine a vivir a éste. Si tenía todo su amor no sé porqué me dejé contagiar por tener en nuestra cama a su mejor amigo.
Sé que nuestro trato era continuo y quizá tal vez eso hizo que alguna vez se nos antojara, temíamos que pasara algo mas nunca pensamos a quien de verdad estábamos lastimando era a ése amor que, según yo, tenía a mi lado.
Hoy la vida me cambió la historia y sin más escenas de celos, saqué mi bandera blanca para dar tregua a mi engaño y decir una honestidad, yo podría luchar contra otra mujer, con una que tal vez lo llenaría más de besos, sexo y abrazos que yo ya no alcancé a darle durante 5 años por lo menos, sin embargo él no podía tolerar un engaño de dos meses. Tiré la toalla.
No hubo peleas ni arrebatos de película, simplemente entendí que el amor, estés en el mundo que estés, siempre llega a terminarse y, en ésta ocasión, me quedó la historia a mí.
Estoy por partir nuevamente a mi tierra, no dejo queja ni rencor alguno; lo que tenía que pasar pasó y mi opción, la más linda de todas simplemente yo me la acabé.
No hay aquí la historia romántica de que al punto en que me suba al avión él vendrá y me pedirá que no le deje, que le acepte como esposo, que perdona infidelidades.
Tengo un solo boleto, tal vez algún día regrese con algún otro motivo, tal vez pisar por aquí no tenga nada que ver con corazones e ilusiones.
Así parto hoy, en un día en el que mi corazón se queda en éste país y mi cuerpo parte hacia otro.
Ya el tiempo tal vez me otorgue una nueva ilusión de amar y de pisar otra vez el aeropuerto, siempre y cuando nunca más arriesgue el respeto y amor de otra persona que haya confiado ciega y enamoradamente de mí.

21 abril 2006

¿Y después qué?

Cada inicio de vacaciones de pascua, tenemos algunas amigas por costumbre, reunirnos en algún restaurante que nos acomode para una larga jornada de chismes y actualizaciones de nosotras y, por supuesto, del resto de nuestros conocidos.

Siempre es un gusto verlas sólo cada año pues, de verlas seguido, yo quedaría agotada de hablar tanto, no cabría en mi memoria tanta cantidad de datos y situaciones.
Tras la comida suculenta de cortes estilo argentino también digerimos las noticias de la chica más vanidosa, de la que gasta por el mero gusto de lucir bonita y hasta de mi último corte de cabello con toque de despeinada. Todo, al
parecer, bajo control hasta que tocamos los dichosos temas sentimentales.

Una de ellas, con años ya de matrimonio, argumentaba que había escogido el tiempo justo de dejar de salir por las noches, las buenas juergas le habían saciado ya las artes del alcohol, incluso perdió su afición de desnudar sus bubis hasta el colmo del desmadre cada vez que andábamos por la carretera y algún chico nos rebasaba. Ella aún no pensaba en hijos, pero el entendimiento con su pareja era sensacional.

Otra de ellas comentó estar aún en la búsqueda del hombre –ya no perfecto- sino adecuado a su latosa manera de vivir, sin aprender a cocinar y comprando todo de la manera más práctica. Salía con alguno y pronto caía en el desencanto debido a que descubría en ellos la búsqueda incesante de una princesita con cuerpo de reina.

La tercera fue la que me dejó pensando cuando tocó el punto crítico de una relación duradera: “¿y después qué?�

Todos llegamos en cierto momento a estabilizarnos con una pareja, hay conocimiento y entendimiento perfecto pero alguno de los dos cree que aún no es tiempo “de algo más�.

Ella, desde que la conozco no ha deseado hijos pero ha tenido infinidad de novios. Por diversas razones se ha enamorado de todos y de todos se ha olvidado. Sufriendo su debido luto en cada tiempo. Más comentó que todos al final siempre buscamos la compañía de un “alguien� dure el tiempo que dure y en el momento debido, cuando todo va bien viene el “¿y después qué?�.

Temblé por llegar a pensar en ello. Miré hacia atrás y me di cuenta que los años en que se vive sola o solo, uno adopta muchos hábitos y manías locas que no todos pueden tolerar. Cuando se acaba la ilusión después de los tres o cuatro meses de conquista y enamoramiento, los defectos comienzan a asomar, pero también las necesidades de compartir en pareja muchos detalles que por teléfono suenan huecos porque no se dan en vivo y en directo.

Hay momentos de soledad, momentos de necesidad y momentos en los que realmente uno sabe lo que está buscando: Libertad y ganas de amar. O más bien, deberé corregir las ganas con la necesidad de estar al lado de quien te hace sentir que los complejos son cosa de niños.

Aquí fue cuando me quedé pensando: siempre estamos en búsqueda de alguien, que deseamos incansablemente no vivir en soledad aunque solos sí – ¿o deberé decir independientes?-

La temerosa pregunta ¿Y después qué? Me vino a retumbar hasta el fondo del cerebelo...

¿Después de saber que tienes un buen trabajo qué?, ¿Después de hacer el amor, qué?, después de un buen tiempo de relación, qué?...

Me miré a mi misma y pensé: No quiero vivir sola, aunque mi libertad es hermosa, más se llega a sentir la necesidad de platicar cara a cara con un alguien de verdad, por las noches o las mañanas, que te sonría o te mire con sueño...

¿Y después qué? Es la pregunta que mi cama muchas noches me reclama y temerosamente creo que comienza a inquietar mi sueño...

20 abril 2006

Una mirada real

Era la primera vez que habría algo emocionante en su rutinaria vida de Ricardito. Siempre en aquel cuarto, siempre mirando imágenes en un televisor que no daba más allá de tres canales que lo más alto de la azotea podía sintonizar. Así, en blanco y negro conocía estrellas del espectáculo y alguna que otra cosa novedosa que en realidad le dejara por las noches mucha tarea por soñar, por salir, por volar y cruzar la ventana pensando que podría haber más colores que sólo el blanco y el negro.
Había visto el mar en la tele, en algunos dibujos de la escuela, lo creía algo así como si no existiera en la realidad, pensaba que las caricaturas y el mar eran algo que surgió de no sé donde que podía tocarse en otro mundo, menos en su realidad. Mañana sabría cómo es y a qué huele el mar.
Por la noche sólo atinaba a querer tener la suerte de encontrar una sirena, o tal vez meterse hasta el fondo del mar y descubrir cuántos colores podía contar. Temía pensar en un tiburón para que no quedara en el subconsciente y se entrometiera en el sueño anhelante. Ya en una maleta había un calzoncito que serviría de bañador y una llanta flotante, misma que nunca ha usado porque siempre le han dicho que si se pica se le sale el aire.
En la madrugada del día siguiente habría la consigna de pararse temprano, sin chistar, tomar unas cosas pesadas y viajar. Todo lo obedeció mucho antes de que partieran.
Y despertó y apresuró todo y llegó hasta donde se podía comprar el permiso para viajar. Miró a la gente, miró muchas maletas, pensó que todos querían ir al mismo lugar que él, pues en la central todos hacían cola para irse en el mismo autobús, la cosa le preocupaba ¡no le dejarían lugar suficiente para echarse un clavado!... si todos estarán tan amontonados como aquí, los caracoles y las estrellas de mar huirían lejos para no ser lastimados.
Y Ricardito esperaba, miraba las caras de todos los que ahí parecían desesperados, los imaginaba también flotando en el mar, caminando en la arena, quizá alguien le pediría su llanta para nadar y él se negaría.
Se sentó junto a la ventana, sin hambre y curioso por el mundo que estaba atravesando, ansiaba que la carretera tuviera alas, ansiaba que no se acabara el día para llegar a tiempo, miraba el cielo como queriendo pedir por un milagro y llegar cerca del mar, y a cada horizonte que se podía mirar, trataba de ver en qué momento su ya amigo, el mar, hiciera una grandiosa aparición.
El sueño le venció porque todo lucía aún oscuro.
Un ruido envolvente cuando su frente sudaba fue lo que lo despertó.
Era hora de caminar.
Preguntó si ya habían llegado, preguntó hacia donde se encontraba el mar, preguntó, preguntó y preguntó...
Llegaron a un lugar donde todos despojarían tanta ropa, tanto trapo y adoptarían formas en viva piel sin pinturas, gorras ni calcetines.
Ricardito siguió a la muchedumbre de su familia y... tras la caminata de unas cuantas cuadras oyó un ruido que lo pasmó, que lo paró en seco, que dejó asomar sus ojos tan grandes como los hubiera podido abrir de sorpresa... aún no lo veía y sabía que era el oleaje. Un saludo que otorgaba al recién llegado.
La brisa le llegaba, sentía su cara húmeda...que nueva sensación.
Frente a él, sin presentación alguna, vió el mar; tan inmenso y majestuoso, tan señor y tan solemne, tan divertido y tan profundo que sólo atinó a callar por un momento.
¡La televisión miente y omite el cosquilleo y quemazón que produce la arena, la escuela jamás dice del ruido que produce el choque de las olas contra los riscos ida y vuelta!

Nuevamente en la central, de vuelta al mundo rutinario, de vuelta a su vida de ciudad Ricardito sólo procuraba guardar, ensimismado en el asiento del autobús, el sabor a sal, el olor a pescado, el color del cielo y lo mucho que le divirtió haber conocido al Señor mar unos días de vacaciones.

19 abril 2006

Marcelo

En temporada alta, cuando todo mundo viaja, siempre se aprovecha la oportunidad de ofrecer servicios a diestra y siniestra.
Marcelo ofrecía, como todos en su trabajo, un buen servicio de conductor. Dada la categoría de la línea de autobuses para la que trabajaba, siempre se esmeraba en dar un plus.
Desde que estacionaba su autobús, hasta que recibía al primer pasajero, los buenos días, tardes o noches, significaban para él un buen preludio de que el viaje sería cómodo para sus acompañantes y tranquilo para él.
En su 30 años de servicio ha visto cosas tenebrosas en carretera así como lo más sorprendente e inaudito.
Nunca falta por supuesto, el pasajero enfermo al que habrá que estarle haciendo paradas contínuas por aquello del malestar estomacal y las urgencias biológicas.
Alguna vez, comenta con una sonrisa graciosa, tuvo que atender a una mujer a punto de dar a luz, gracias a la ayuda de una enfermera, pudieron apoyar a quien sería conocida como la mamá del hijo del autobús. -Si hubiese nacido en avión tendría de por vida viajes gratis, pero aquí solamente se les recuerda como las personas que hicieron de su viaje algo único y memorable.- me cuenta.

Marcelo ha chocado dos veces, la primera, en sus inicios de aprendiz, se quedó dormido en carretera, prueba de ello es la cicatríz que me muestra en su frente, atravesándole la ceja izquierda. -"Cuando eres joven- me dice- te quieres comer el mundo a mordidas, y yo me sentí valiente tomando las riendas del tráiler de mi papá e hice la ruta hasta Tijuana, pero ya andaba muy cansado, después de 12 horas de manejo, ahí fue cuando me partí hasta la cara"- comentó. Ya la segunda fué cinco años después, cuando un borracho, que venía en sentido contrario, se atravesó en una curva y perdió el control, pegándole a más de cuatro autos que venían en el camino contrario.
Después de tantas horas en carretera, para llegar a mi Ranchito Alegre, me cuenta más en confianza el amor que le tuvo a una pasajera:
-"Era chaparrita, güerita ella, pero natural, estaba deshubicada porque se quedó dormida y no se bajó en la ciudad correcta, así que la llevé hasta Colima y le ofrecí acompañarla al otro día. Era linda la chamaca, parecía de la provincia del sur porque aún se reía de cualquier cosa que yo le decía... el amor me duró cuatro días y terminé llevándola de regreso hasta Cancún, ¡Cómo me gustaban sus ojos!, nunca más la volví a ver."

Marcelo tenía por consigna trabajar todavía cuatro corridas más. Descansaría el martes y seguiría en ésta época de Vacaciones "dándole duro al trabajo y al manejo". Después planeaba llevarse a su esposa y a su hija de cinco años a Veracruz, unos cuantos días de reposo cuando la carretera esté libre ya de autos y camiones de turistas.
Así, Marcelo nos deja a todos en la terminal de mi pueblo, sana y salva, despidiéndose amistosamente y con la consigna de que, si me vuelve a ver en la ruta, seguro me enseña donde siempre dice que se le aparece un fantasma.

- Que disfrute sus vacaciones señorita ya le contaré después cómo me va a mi porque con éste calor, seguro hasta la panza de trailero se me baja a los pies.

18 abril 2006

Destino a voluntad

He comprado dos boletos de avión, el destino radica lejos de la gran urbe, de edificios arquitectónicos modernos y de todo ruido que da el smog de esta ciudad.
El vuelo promete que será diferente, puede existir un nuevo destino para mí y mi vida...todo depende de ella...o tal vez de la mía, no lo sé...

La conocí en la Biblioteca, donde nadie se imaginaría socializar con chicas guapas. Yo, devorador de conocimientos en medicina, en ese momento pensaba en saber cómo las parafilias se daban de manera extraña en el interior del cerebro humano; ella, una chica que gustaba de leer historias ahí, aunque su profesión no fuera precisamente la de una doctora o experta en filosofía. Amaba bailar en los centros nocturnos para caballeros.
Su cuerpo era de los que yo adoraba dibujar en cada esquema de anatomía, explicando las líneas de la naturaleza de una mujer, yo podía extenderme imaginando lo perfecto de la cercanía del corazón con los senos de ésta chica... ella era perfecta.
Coqueta en sus juegos cada vez que nos veíamos intentó invitarme alguna vez al lugar donde ella ejercía sus bailes y como la curiosidad de un hombre, en cuestión de piel y de hormonas jamás se detiene, decidí una noche descubrir qué tan voyeurista podía llegar a ser mirando el color de su piel en contraste con la poca tela que le cubría.
Ahí, frente a mí, bailaba y desnudaba su ser esperando que le colocara algunos billetes en el sensual neglillé que, seguramente, más de dos hubiéramos deseado estar tan cerca como el dinero que ella portaba entre sus senos y caderas.
El color negro que vestía esa noche le lucía espectacular, aunque, a decir verdad, por mis visitas frecuentes a ése lugar y ya no en la biblioteca, todos aseguraban que era el encaje blanco el que mejor le lucía las formas y excitaba en voces a un número considerable de admiradores, seguro que les apoyaba cuando muchos gritaban que apresurara el paso danzante para mostrar más.
No era una clásica chica que llora su desgracia viviendo de los hombres, la necesidad no la obligaba a “esos pequeños placeres�; culta, conocedora y hasta cierto punto inocente, decía que era parte de un gusto que se daba por poseer un cuerpo bonito. Podía elegir trabajar en ello para “algunos gastos extras�.
Comenzamos a salir con ciertas reservas, era una chica que amaba la libertad y todo cuanto ella ejerciera, ante cualquier obstáculo que no se lo permitiera, abortaba la relación. Los celos no eran parte de su modus vivendi.

Entre las horas dedicadas a la medicina, a los pacientes y al hospital, decidí aceptar una relación que cualquiera hubiera podido imaginar que era imposible llevarla a cabo por el tiempo corto que pasábamos juntos.

Estando en el aeropuerto recordando esos momentos aún me excita pensar cuando fue mía alguna tarde de Abril, entre el queso y el vino tinto se brindó a mí, abriendo la blusa delgada que prometía descubrir lo que sólo disimulaba sobre el relieve de su piel. En un arranque de besos dirigidos, no tardé mucho en caer en éxtasis ante su entrepierna y fui excitado en su humanidad profunda deseando que nunca terminara de hacerme sentir viril, me enamoré como estudiante, y me envicié de su cuerpo cada vez más.
La propuesta de mi profesión, ahora que tengo los boletos del destino en mi mano, tiene la consigna de que marche lejos, por el bien de la salud de todo enfermo. Y con ello, tuve que plantearle a ella lo que podía ser un destino bueno para ambos.
La dejé la tarde de hace dos días con la consigna de pensarlo bien, de que juntos podríamos llegar a ser una buena pareja y quizá ella, si la llegara a convencer suficiente, dejara su “afición� mientras nos establecíamos.
La espera es angustiante mientras miro el reloj para la partida, alargo el cuello para ver si su figura aparece con una sonrisa hacia mí, pero son los minutos los que me dicen que quizá, ella optó por la segunda opción...
un boleto será destrozado antes de partir y con ello mi corazón también...

La voz de la azafata nos llama y ahí es cuando miro mi auténtica realidad. De cuánto crucé en abrazos, besos y sexo por una mujer que, al final, tendré que entender que siempre fue libre y que jamás le atará un destino o un hombre como yo.

17 abril 2006

Matemos el tiempo

Bueno, no es nada agradable llegar a una central de autobuses y darte cuenta que tu boleto acaba de perder validez por una llegada de tres minutos atrasados. Mía culpa, así que habrá que ser paciente para subirse al siguiente aunque la tardanza estará lenta por tres horas más.
Gente va y gente viene, ruido y prisas por doquier sin olvidar las incontables maletas de colores, tamaños y originalidades. Habrá que pensar en algo inteligente o terminaré por aburrirme como ostra bajo el mar... (¿Las ostras realmente se aburrirán?).
Procuro irme a algún rincón donde no estorbe con mi equipaje, todo parece patio beduino por haber cuerpos y cosas en reposo a donde quiera que se camine, finalmente encuentro la esquina de unas escaleras junto a unos chicos que parecen centroamericanos. Hablan mucho y cuentan historias de algo que les hace reír bastante.
Comienzo a observar y aquí va la espera... me llama la atención dentro de un local, las computadoras de internet, parecen muy modernas. Un chico alto, tipo europeo escribe y se ríe, ¡seguramente está chateando!, luego se queda pensando y vuelve a lo mismo.
Me ha recordado el tiempo en que me quedé por seis horas en el aeropuerto de Chile, también en un internet, cateando por msn con el que sería un cyberamor. ¡Esas horas eran eternas!, yo moría por conocerle y él ya deseaba que mi avión ya llegara a Buenos Aires.
Esas esperas en cualquier clase de terminales son angustiantes con mezcla de emoción y excitación, pensando si en realidad la persona que leía en las letras sería la misma frente a mí.
Nada que ver con la espera de un jefe extranjero en la entrada de vuelos internacionales de la Ciudad de México; ahí luces como robotito-estupidito cargando una pancarta donde dice el nombre extraño de la persona extraña, ahí, parada a la expectativa no es nada romántico el momento más aún cuando el retraso viene por más de 30 minutos y los tacones deseo aventarlos hasta la llegada de París.
Las terminales siempre tienen algo de especial, quizá cuenten mil clases de aventuras, alguna vez estuvimos perdiendo el tiempo dos de mis mejores amigos y yo en el aeropuerto internacional mirando el comportamiento humano: ¡toda una clase de sociología!, nada más ilustrativo como ver a todos en una clase de pecera-laboratorio.
Mis tres horas se han cumplido, en todo éste tiempo he comido, escrito, mirado a la gente y descubierto más de dos amores por ahí. Espero llegar a mi destino en el tiempo calculado, prometo llegar a tiempo cada vez que salga un autobús en punto de su hora.

12 abril 2006

Felices pascuas

Chicos y chicas bloggers, mis mejores deseos para éstos días de descanso.

"Los discipulos se reunieron alrededor de Ben-Yagul. Discutian la necesidad de la purificaccion.- Si no tenemos el corazon vacio de todo deseo, no conseguimos divisar el camino, decia uno.- Debemos librarnos de todos nuestros defectos, o si no Dios se apartara de nosotros, apuntaba otro.Ben-Yagul interrumpio la discusion.
"Cuando miramos al sol de frente, nos quedamos ciegos y ya no podemos ver los bosques y la montañas que nos rodean. Por eso, el hombre necesita un poco de luz y un poco de sombra en su vida."

"Aquel que anhela alcanzar la perfección, sigue el camino de la vanidad. la busqueda espiritual consiste en aceptar quienes somos, y aun asì intentar servir a Dios de todo corazòn. Nuestros pequeños defectos nos ayudaràn a ser màs humildes, màs humanos y màs tolerantes con los defectos de los demas".

Nos leeremos pronto.
Las vacaciones me llaman.
¡Cuidense!
Dra. Kleine

11 abril 2006

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El caballo de cartón

"Es uno de mis más antiguos y tristes recuerdos.

Tenía cinco años cuando lo vi en el escaparate de la juguetería junto al equipo de sheriff, el mecano, los juegos reunidos Geyper, el autobús de hojalata con pasajeros pintados en las ventanillas: juguetes que a menudo exigían complicidad y esfuerzo, y de los que no te despegabas hasta los Reyes siguientes.
Incluso para los niños afortunados –quince años después de la Guerra Civil no todos lo eran– había sólo uno o dos regalos por cabeza. Y si te portabas mal, carbón.
Por lo demás, con imaginación, madera, alambre y latas vacías de conservas se improvisaban los mejores juguetes del mundo. En aquel tiempo, a las criaturas todavía no nos habían vuelto los adultos pequeños gilipollas cibernéticos.

Todavía nos dejaban ser niños.
Los enanos varones leíamos Hazañas bélicas, matábamos comanches feroces y utilizábamos porteadores negros en los safaris sin ningún complejo, mientras las niñas eran felices jugando con muñecas, cocinitas y cuentos de la colección Azucena. Tal vez porque los adultos eran más socialmente incorrectos que ahora. Y en algún caso, menos imbéciles.

Pero les hablaba del caballo. En esa época, para un crío de cinco años, un caballo de cartón suponía la gloria. Aquél era un soberbio ejemplar con silla y bridas, las cuatro patas sobre un rectángulo de madera con ruedas; tan hermoso que me quedé pegado al cristal sin que mis abuelos, con quienes paseaba, lograran arrancarme de allí.
Me fascinaban sus ojos grandes y oscuros, la boca abierta de la que salía el bocado de madera y tela, la crin y la cola pintadas de un color más claro, los estribos cromados. Era casi tan grande como los caballitos de la feria que cada Navidad se instalaba en el paseo del muelle, frente al puerto. Parecía que era de verdad, y que me esperaba. Cuando consiguieron alejarme del escaparate, corrí a casa y, con la letra experimental de quien llevaba un año haciendo palotes, escribí mi primera carta a los Reyes Magos.

Yo pertenecía al grupo de los niños con suerte: la madrugada del 6 de enero, el caballo apareció en el balcón. Esa mañana, en la glorieta, monté mi caballo de cartón ante las miradas, que yo creía asombradas, de otros niños que jugaban con sus regalos: triciclos, patinetes, espadas medievales, cascos de marciano, cochecitos con muñeco dentro o la modesta muñeca de trapo y la más modesta pistola de madera y hojalata con corcho atado con un hilo.
Ahora sé que algunas de esas miradas de niños y padres también eran tristes, pero eso entonces no podía imaginarlo; mi caballo era espléndido y en él cabalgaba yo, orgulloso, pistola de vaquero al cinto. Ni cuando, en otros Reyes, tuve mi primera caja de soldados, la espada metálica del Cisne Negro, el casco de sargento de marines, la cantimplora de plástico y la ametralladora Thompson, fui tan feliz como aquella mañana apretando las piernas en los flancos de mi hermoso caballo de cartón.
Sólo pude disfrutarlo un día. Por la tarde jugué con él hasta el anochecer, en el balcón, y lo dejé allí, soñando con cabalgarlo de nuevo al día siguiente.
Pero aquella noche llovió a cántaros, nadie se acordó del pobre caballo, y por la mañana, cuando abrí los postigos, encontré un amasijo de cartón mojado. Según me contaron más tarde, no lloré: estaba demasiado abrumado para eso.

Permanecí inmóvil mirando los restos durante un rato largo, y luego di media vuelta en silencio y volví a mi habitación, donde me tumbé boca abajo en la cama. La verdad es que no recuerdo lágrimas, pero sí una angustiosa certeza de desolación, de desastre irrevocable, de tristeza infinita ante toda aquella felicidad arrebatada por el azar, por la mala suerte, por la imprevisión, por el destino. Después, con los años, he tenido unas cosas y he perdido otras. También, sin importar cuánto gane ahora o cuánto pierda, sé que perderé más, de golpe o poco a poco, hasta que un día acabe perdiéndolo todo. No me hago ilusiones: ya sé que son las reglas. Tengo canas en la barba y fantasmas en la memoria, he visto arder ciudades y bibliotecas, desvanecerse innumerables caballos de cartón propios y ajenos; y en cada ocasión me consoló el recuerdo de aquel despojo mojado. Quizá, después de todo, el niño tuvo mucha suerte esa mañana del 7 de enero de 1956, cuando aprendió, demasiado pronto, que vivimos bajo la lluvia y que los caballos de cartón no son eternos. "

*Escrito de Arturo Pérez-Reverte

10 abril 2006

La mejor manera de ayudarte


Cuando alegras a los demás,
no tienes manera de evitar sentir alegría.
Enseñando a los demás,
no puedes dejar de aprender,
de manera profunda y sustancial.

No puedes forzar a nadie a comprenderte.
Sin embargo intentando sinceramente comprender,
lograrás ser comprendido.
La mejor manera de lograr
que tu punto de vistasea aceptado no es gritando.

Es escuchando como sabrás
de qué manera hablar más efectiva y convincentemente.
La mejor manera de ayudarte a ti mismo
es ayudando a los demás.

Esa hermosa paradoja
es la base de la civilización
en su forma más maravillosa.

Cuanto más positivamente
afecte tu vida a los demás,
más brillantemente se reflejará a su vez en ti.

Si te sientes un poquito deprimido,
ofrece tu bondad,tu cuidado,
tu tiempo y tu atención a alguien.

Y haciéndolo levantarás,
como mínimo,a dos personas.

* Tomado de la escuela Tántrica De España

07 abril 2006

Una casa para ti.

Así me miraba nomás, de frente y sin cohibirse, de manera sencilla queriendome invitar a que se fuera conmigo.
No era natural, pero estaba muy bien diseñado para parecerlo.
Había sido una mañana-tarde de oficina de ésas en las que simplemente crees que todos conspiran contra tí, caras y gestos o malos comentarios, cuando en realidad miras que es un círculo de strees y gritos despectivos. Dada la hora de culminar un buen trabajo era hora de marchar, apagar la computadora, dejar descansar los bolígrafos y dejar que los teléfonos sonara el tiempo que quisieran.
Tal vez la rutina del ir y venir del trabajo a casa-casa a trabajo algunas veces parece que se convierte en un parque de diversiones, donde miras caras, autos, policías y alguno que otro escaparate de una tienda de ropa...
Así me pasó a mí al pasar por el gran cristal: "ofertas, barato, 2 piezas x el precio de 1...", mi mirada se distrajo un sólo instante al ser desviada por un transeúnte que andaba frente a mí y, al dejar descubiertos los carteles fue como vi que sus petalitos apuntaban hacia mí. Aunque era de fantasía parecía tener auténtica vida.
- ¡Llévame!, mírame, estoy solito entre tanta flor distinta. Estoy hecho de un material que no se marchita, puedo durar el tiempo que tú gustes.
- Estás enorme girasol, ¿cómo pretendes que te lleve si no creo poder colocarte donde quedes bien?
- Anda, no me dejes, mira, soy grande pero quedaría bien en tu oficina, tienes un florero abandonado, anda, es para mí... ¿me llevas?
- ¿cómo sabes que tengo un florero?
- Siempre hay en todo lugar un florero abandonado, una casa solita, un pensamiento alejado, una chica que camina por las calles... ¡así como tú!... ¿Entras y me llevas?, no me muevo de aquí, ni del espacio donde desees colocarme.

Su ternura de ofrecer lo mejor que podía enseñar me cautivó, era como si sonriera desde el amanecer hasta el atardecer, haciendo que se iluminara el rincón donde estuviese colocado. Parecía querer abrazar toda la energía posible que le fuera concedida para transformarla en una sonrisa de flor, en una alegría natural o en un detalle que diera vida a todo cuanto estuviese cercano a aquel enorme girasol.
- De acuerdo, entraré, aunque tendrás que portarte bien y lucir tal y como estás de aquí a casa ¿eh?, no sea que te dejes de arreglar día a día y luzcas triste y sin ganas de querer contagiar tus colores y tu luz, tienes una gran empresa por hacer, pues te tocará lucir tan bien como lo haces ahora, dar alegría y positivismo, no tems, me tendrás cerca siempre... ¿Estamos?
- ¡Estamos!, déja que entre un cacho de luz donde tu me pongas...
- ¡Sí que sabes hacer sentir bien!
- ¡Ah, qué bueno! y dime... ¿Dónde me colocarás?
- En mi oficina.

06 abril 2006

Paradigma

¡Auxilio!
He estado metida pensando... y pensando... y pensando:

El Caso de la Joven Casada:
Una jóven casada, poco atendida por su marido, demasiado ocupado en sus negocios, se deja seducir y va a pasar la noche con su seductor en una casa situada al otro lado del río.
Para volver a casa al día siguiente, muy temprado, antes de que vuelva su marido de viaje, tiene que cruzar un puente, pero un loco, haciendo gestos amenazadores, le impide el paso.
Corre entonces hacia un hombre que se dedica a pasar gente con su barca, se monta en la barca pero el barquero le pide el dinero del pasaje.
Ella no tiene dinero y por más que pide y suplica, el barquero se niega a pasarla si no le paga por adelantado.
Vuelve a casa de su amante y le pide dinero.
El se niega sin darle explicaciones.
Se acuerda de un amigo que vive en la misma orilla y que ha sentido por ella, desde siempre, un amor platónico, aunque ella nunca cediera.
Se lo cuenta todo y le pide el dinero.
También se niega: le ha decepcionado del todo por su conducta tan ligera. Entones tras una nueva tentativa, en vano, con el barquero para que la pasase en barca. Decide ir por el puente.
El loco la mata ...

¿Quién es el culpable de la muerte de la mujer?

Y sigo pensando... pensando... pensando...

05 abril 2006

Pildorita de Animo

Sé firme en tus actitudes y
perseverante en tu ideal.
Pero sé paciente, no pretendiendo
que todo te llegue de inmediato.
Haz tiempo para todo, y todo
lo que es tuyo, vendrá a tus manos
en el momento oportuno.
Aprende a esperar el momento exacto
para recibir los beneficios que reclamas.
Espera con paciencia a que maduren los frutos
para poder apreciar debidamente su dulzura.
No seas esclavo del pasadoy los recuerdos tristes.
No revuelvas una herida que está cicatrizada.
No rememores dolores y sufrimientos antiguos.
¡Lo que pasó, pasó!
De ahora en adelante procura construir
una vida nueva, dirigida hacia lo alto
y camina hacia delante, sin mirar hacia atrás.
Haz como el sol que nace cada día,
sin acordarse de la noche que pasó.
Sólo contempla la meta
y no veas que tan difícil es alcanzarla.
No te detengas en lo malo que has hecho;
camina en lo bueno que puedes hacer.
No te culpes por lo que hiciste,
más bien decídete a cambiar.
No trates que otros cambien;
sé tú el responsable de tu propia vida
y trata de cambiar tú.
Deja que el amor te toque
y no te defiendas de él.
Vive cada día, aprovecha el pasado para bien
y deja que el futuro llegue a su tiempo.
No sufras por lo que viene,
recuerda que"cada día tiene su propio afán".
Busca a alguien con quien compartir
tus luchas hacia la libertad;
una persona que te entienda,
te apoye y te acompañe en ella.
Si tu felicidad y tu vida
dependen de otra persona,
despréndete de ella y ámala,
sin pedirle nada a cambio.
Aprende a mirarte con amor y respeto,
piensa en ti como en algo precioso.
Desparrama en todas partes
la alegría que hay dentro de ti.
Que tu alegría sea contagiosa
y viva para expulsar la tristeza
de todos los que te rodean.
La alegría es un rayo de luz
que debe permanecer siempre encendido,
iluminando todos nuestros actos
y sirviendo de guía a todos
los que se acercan a nosotros.
Si en tu interior hay luz y dejas abiertas
las ventanas de tu alma,
por medio de la alegría,
todos los que pasan
por la calle en tinieblas,
serán iluminados por tu luz.
Trabajo es sinónimo de nobleza.
No desprecies el trabajo
que te toca realizar en la vida.
El trabajo ennoblece a aquellos
que lo realizan con entusiasmo y amor.
No existen trabajos humildes.
Sólo se distinguen por ser
bien o mal realizados.
Da valor a tu trabajo,cumpliéndolo con amor y cariño
y así te valorarás a ti mismo.
Dios nos ha creado para realizar un sueño.
Vivamos por él, intentemos alcanzarlo.
Pongamos la vida en ello y
si nos damos cuenta que no podemos,
quizás entonces necesitemos hacer
un alto en el camino y experimentar
un cambio radical en nuestras vidas.
El éxito en la vida no se mide
por lo que has logrado,
sino por los obstáculos
que has tenidoque enfrentar en el camino.
Tú y sólo tú escoges la maneraen que vas a afectar el corazón de otros
y esas decisiones son de lo que se trata la vida.

"Que este día sea el mejor de tu vida para alcanzar tus sueños".

04 abril 2006

Lluvia

Ella caminaba sola en la calle, la lluvia le mojaba el peinado que hacía poco había elaborado con la pistola de aire y gel extra alaciante.
Ella caminaba sin mirar los cruces, poco le importaba mojar las zapatillas y sus pies que estrenó ese mismo día de truenos y relámpagos.
Ella caminaba con la mirada perdida, hacia donde su cuerpo la llevara, hacia donde la mente no le importara recordar nada.
Ella caminaba dejando que el lodo de las calles dejara su huella en la orilla de sus pantalones, en las manos que no sostenían paraguas alguno ni protección contra el tiempo.
Ella caminaba, hubiera deseado no respirar... que la ciudad la tragara para no saber más de lo duro que era enfrentarse a una realidad que ella no esperaba.
Ella sentía que su vida pendía ahora de alguna desición que tarde o temprano tendría que decidir para redireccionar el rumbo de sus ganas de vivir más por el momento el aliento lo perdía, la mirada se humedecía, sus ansias se morían...

Si tan sólo, a ella le hubieran dando una esperanza, esa lluvia sería el refresco de un renacer...

03 abril 2006

Carta a la madre

Querida mamá:
No te había podido escribir porque ya sabes que una recién casada tiene mucho trabajo qué hacer.
Sé que me has extrañado, que me llamas a cada rato porque me lo dice mi amrocito, pero no te preocupes, pronto te iremos a ver y te llevaremos un bonito regalo.
La vida de casada es mucho muy diferente a la que yo solía vivir cuando estaba contigo y con mi querido papá. Aún no me acostumbro y cada vez que estoy haciendo el quehacer y llega mi maridio sin avisar, me mete un susto catastrófico. Ya le he dicho que silbe por lo menos cuando entra a la casa.
Por las noches es una guerra contínua de jaloneo de cobijas; y es que las he comprado tamaño King Size para que ninguno de los dos se quede con el trasero frío por las madrugadas sin embargo mi puchunguito se da vueltas de mastodonte y me deja aislada de alguna sábana siquiera... brrr.
¿Sabías que habla por las noches?
Tremendo susto el que me llevé el otro día, cansada y de verdad sin ganas de ver el noticiario de la noche me dormí antes que él y justo a media noche escuchaba balbuceos. ¡Pensé que se me estaba ahogando!, pronto me paré, lo moví y no respondía... era la una de la mañana y no quería despertarlos a ustedes para que me orientaran qué hacer en caso de que mi gordo precioso se me ahogue con su propia saliba...el susto fue subiendo hasta que me aventó unos manazos y le grité. El pobre me decía que era una pesadilla, que siempre que sueña feo parece que está en un ring de boxeo... ¿Porqué eso nunca me lo dijo cuando éramos novios?
Hay algo que no tengo idea de cómo manejarselo, es tan lindo conmigo que siento feo cada vez que le digo cómo tiene que ir al baño. Deja la tapa abajo y el chorro de lo que sale está esparcido en las partes que me toca sentarme a mí. Jamás pensé que le cupiera tanta agua en su vejiga para que fuera contínuamente al baño. Creo que procuraré no darle tanto de beber por las noches, ¿no lo crees así mami?
Una cosa más... dice que su mamá siempre le guisaba las verduras con mantequilla sin embargo, yo de buena gente, traté de hacer mi mejor esfuerzo y cocinarle con lo mismo que me decía que a él se lo preparaban. El resultado ha sido en vano porque no le encuentra sabor a las cosas... ¿verdad que si comes las verduras un poco duritas no pasa nada?, él me dice que son crudas, pero las dejo cocinando hasta que suena la campanita de la cocina que me indica que todo está listo... no lo entiendo, a mí me saben bien.
Tengo que decirte que el muy rejijo siempre que llega del trabajo se quita la ropa por todos lados, le he dicho pacientemente que no soy una sirvienta para que todo lo que tira lo recoja. Hay que estarle insistiendo en que se bañe antes de que se duerma pero deja la almohada llena de gel... ¡no lo soporto!
Mami, mami, ¿verdad que esas penas tu no las pasabas con mi papi?
Es muy flojo para ayudarme a lavar los trastes, dice que llega cansado del trabajo, ¿qué se piensa? ¡¡que yo no trabajo aquí!!
Mamá, necesito que vengas por unos días. Habrá que hacer algunos ligeros cambios para que "el niño chiquito" se acostumbre a ellos, ¿te parece?
Te he mandado los boletos de avión, si puedes, traerme a "popi" mi mascotita pequeña te lo agradecería mucho, yo creo que ahora si ya se podrá adaptar a nosotros perfectamente bien.

Un beso.
Tu hijita consentida.
Lilly.