28 mayo 2008

Jeanette

Aquella madrugada, desde la ventana en que se distinguía La Torre Eiffel, se podía sentir el frío del claro amanecer, chimeneas en su labor, pitazos a lo lejos de ambulancias llevando veloz a un ser que podría tener una esperanza de vida.
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Dentro, la habitación parecía más cálida, más abrasadora, mas el corazón estaba impávido, helado, casi latiendo por mero instinto.
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La mirada de Jeannette ante el horizonte parecía haberse congelado tal vez desde la noche, tal vez hacía un rato. Su mente no hacía más que repetir el instante en que comenzó a sentir dolor.
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Abrazada a la sábana, descalza, ausente, sólo atinaba a repetir el error constante que se reprochaba ante sí.
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Era hora de regresar a Madrid.
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Buscaría doctores, eminencias, tendría la tarea de investigar por la red toda clase de intervenciones quirúrgicas, sabría que su lucha estaría siempre vigente contra lo que amenazaba terminar su vida…
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Hoy sólo atina a mirar al horizonte, perdida, muda; jamás París le había dado semejante noticia ante lo que ella pensaría sería su lugar perfecto para vivir.
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Hoy queda su esperanza al lado de ella, ante aquella inmensa habitación de lujo.
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Querida Jeannette, vuelve a Madrid.

1 comentario:

The_Saint_Mty dijo...

El tiempo y el espacio, siempre tan relativo...saludos Dra.