ArTe MaNiA

En el patio de un paisaje, donde admiro la belleza natural en un clima perfecto, está puesto el caballete, una paleta de mil colores, pinceles finos, usados, delicados y burdos que enseñen el grosor de una línea dando un toque perfecto a cada punto.

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Lo elemental: un lienzo tan blanco que merecería la pena dejarlo así, pureza que representa una imagen sin la nada; sin embargo, aquí se dibujará a ese modelo, aquel que representa un hombre o una mujer, una prostituta o un proxeneta, un casado o una soltera, una niña o un hombre, un despertar o un dormir...

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Un ser que cuando tiene la necesidad de sentirse amado busca por doquier, se mira atractivo, descubre angustias, libera hormonas, anda sobre fotos, se representa único e irrepetible, bromeando se deja seducir por una figura estética que, con los tintes aplicados y la combinación perfecta, darán el mate de un trasfondo que dará la esencia del personaje principal –La escena perfecta de un animal observado en directrices desde lo alto de la jungla salvaje-.

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Se deseará que en el marco su figura sea elemental. (¿o tal ves su sentir?)

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Un toque de necesidad, una estela de ansia por tocar, por sentir, por dar, por estimular, por estar dispuesta –esa alma- a pasar horas y horas frente a algo –o alguien que le mueva interiores que no se ven en la pintura- se mirarán iconos, teléfonos, monitor, web, o incluso lo más tradicional: Un café en algún lugar donde la gran ciudad permita que esa figura se pierda con otra.

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Eso, si no se arrastran historias detrás de cada uno de esos personajes que se encuentran frente a frente... ¿qué mirarán en perspectiva?

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Los colores serán, al igual que su ansia por dejar una buena impresión y de sentir un bienestar, por subir su egolatría, por decir que aún puede amar y dejarse amar, de tonos pastel, aunque en algunos lugares merecería llevar oscuros, grises y verdes que conjuguen su amargura o tal vez soledad.

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¿Será que ese cuerpo que se plasma en color carne no vè en una sola persona lo que tal vez busca en muchas?

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No pueden faltar detalles donde existan motivos azulosos, alusivos al amor, a la fiesta, a la risa, a la algarabía de la vida, a la pasión y al sexo donde una uva represente el deseo y una jarra de agua indique la frescura que aún existe en su ser.

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Se vale un vejo de inocencia humana.

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No es monstruoso lo que pinto, tampoco deplorable o censurable, pues, en cada línea trazada a detalle hay bosquejos pensados de cada uno de los modelos, esos que lucen tristes, alejados, cansados, melancólicos o los que dicen disfrutar o reír ante la impotencia de que su alma no pueda viajar en pareja con alguien que comprenda su sentir.

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No es malo que un ser salido de la nada tenga partes a rayas y otras lisas, que las texturas indiquen que en su intimidad pueda haber algo de cordura en su búsqueda.

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El marco estará perfecto cuando todos y cada uno de nosotros le otorguemos un pensamiento, una opinión, una expresión o un rechazo sin que sea necesariamente la vida de uno mismo.

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La pintura será la primera parte del inicio de un evento continuo, antesala de las tragedias y fortunas sentimentales del ser humano.

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Sólo falta colocar un título.