29 enero 2010

Déjame sueltas las manos


DÉJAME sueltas las manos

y el corazón, déjame libre!

Deja que mis dedos corran

por los caminos de tu cuerpo.

La pasión —sangre, fuego, besos—

me incendia a llamaradas trémulas.

Ay, tú no sabes lo que es esto!

Es la tempestad de mis sentidos

doblegando la selva sensible de mis nervios.

Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!

Es el incendio!

Y estás aquí, mujer, como un madero intacto

ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas

hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!


Déjame libre las manos

y el corazón, déjame libre!

Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!

No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,

es precipitación de furias,

acercamiento de lo imposible,

pero estás tú,

estás para dármelo todo,

y a darme lo que tienes a la tierra viniste—

como yo para contenerte,

y desearte,

y recibirte!

3 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

Honor a quien honor merece: Pablo Neruda.

FENIX dijo...

de acuerdo contigo. honor a quien honor merece.

saludos.

ShAdOw dijo...

Sé de alguien a quien le gustaría poner en práctica toooodo lo que dice este poema...

saluditos