13 enero 2011

Celda 13

Ella siempre miraba a lo lejos la fortaleza, imponente, fría, escalofriante por gritos desgarrados a fuerza de golpes...
Lo que para muchos significaba castigo para ella sólo era la ilusión de su amor, de su suspiro, de quien amaba hasta el astío del ensueño.
Los soldados se lo llevaron, sin presumir su inocencia y fue injusticia su encierro hasta declararlo inocente cuando el comendador regresara de su largo viaje.
Todos eran culpables, todos a los que habían detenido, pero ella juraba ante Dios y los presentes que apostaba por su inocencia.
Tenía que verlo, temía que por las noches esos gritos de dolencias salieran de la celda donde su Gran Amor habitaba... La número 13.
Y fue que en una fiesta de la villa se puso bonita, se vistió de blanco y caminó coqueta y murmurando hacia la fortaleza temida.
Había regalos para los soldados, un buen vino y mendrugos de pan hecho por ella.
Que su visita coincidía con las del resto del pueblo y sólo atinaba a preguntar por la Celda número 13.
Ya le conocían, muchos se burlaban, otros la miraban callados porque su suerte no surtía a cada intento por visitarle.
Y fué que hizo la fiesta, La chamaca bonita de largos cabellos tuvo conciencia de ser coqueta.
Y platicó con ellos hasta lograr escabullirse...
Los pasillos fríos no le daban señal alguna por dónde se encontraba la celda Número 13.
Extrañada preguntaba a algunos, moribundos, nauseabundos sobre el paradero de su joven amado. Nadie daba razón por las oscuridades hasta que topó de frente al calabozo con la marca XIII.
Su corazón botaba del pecho.
El Cerrojo flojo no resistió las fuerzas de las llaves robadas y fue que al entrar no encontró más allá de una sábana que cubría un cuerpo, Su cuerpo, el amado cuerpo.
¡Fué fusilado ayer junto con otros! -Gritaron del fondo-
¡Mañana nos toca a nosotros! - Úno decia con voz de niño...
¡Vete Niña, que te harán encerrar aquí! - Y los encerrados enloquecían de curiosidad...
 Sólo se escuchaba un llanto callado, quedito, sentido...
Jurando que juntos no estarían jamás tomó la sábana...
El llanto incontenible sólo anunciaba a los presos que su dolor era inmenso...
Silencio
Nada más que silencio interrumpido por botas, enojos y Dos Solados gritando a Pecho por la Señorita...
¡Llora por su amor, imbéciles!
¡Qué le hicieron a ésa mujer!
Y un grito de espanto coincide al abrir la mazmorra entre penumbras...
¡Por Dios!
¡Se colgó!
¡Está Muerta!
... Y en la celda Número 13 desde entonces hubo la leyenda de aquella que murió por decepción, de traición, de tristeza y desesperanza por no salvar a su amado, a su ilusión perdida.
Se dice que hoy, en la mazmorra, deambula de blanco silbando, buscando entre los pasillos hasta que se pierde entre las paredes...
¿Estará buscando a aquel que no supo que su corazón le pertenecía?

* Leyenda americana.

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