06 febrero 2008

Libertad de ser o no ser.

Yo quería a esa mujer, aunque fuera una puta, aunque yo supiera que su carácter no fuera serio, aunque me diera un poco de todo lo que yo anhelaba que me diera por mucho.
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Y sin arrepentirme del día que la conocí, puedo atreverme a decir que, con todo y su locura de sexo fácil, divertido y ligero, pude aprender que las ataduras lastiman más de lo que uno puede imaginar.
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Siendo como lo era ella se gozaba más, se olvidaba uno de los estereotipos, de los compromisos, de lo serio que se toma uno la vida cuando alguien se empeña en que algo salga bien.
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Ella no era como yo, tan rígido, tan compuesto de formas y tan estricto consigo mismo en el empeño de quedar amable ante todos. Y al aprender de ella aprendí de mí y a dejar las cosas menos estresantes.
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Por poco tiempo pude entenderla y saber que podía amar. Reía y me llamaba cuando a ella se le antojaba… ¡Qué esperaba de alguien como ella! ¿Por qué me enojaba el que simplemente se acordara de mí y lo hiciera?, Jamás ella iba a entrar en mis pensamientos ni yo a los suyos para entender su manera de ser. Ebria de felicidad, cansada de conformismos, sedienta de gastar dinero, baile y sexo podía hacer mucho más de lo que yo hiciera acostado solo en mi cama una noche de viernes. ¿Habría sexo siquiera en mí?
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Sexo fue lo que nos unió y fue el sexo lo que nos separó.
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Al querer poseer su cuerpo conformándome en ser el único que disfrutara de sus mieles, le cortaba las alas, la vejaba a anciana, la acomodaba en un librero como un libro que se prefiere pero no se presta… y las letras duermen aburridas mientras alguien más las lee en pose de sorpresa. Así la orille al colmo de lo que temía: una rutina exasperante, fines de semana hogareños que no concordaban con lo que ella solía festejar. Baco moría en su lucha por conservarla a ella y a su club de orgías y ebrios. Yo la descompuse, la enseñé a cocinar cosas que no haría jamás con sus amigos, cosas que resultaban más imprácticas que ir a un bar y pedir cerveza.
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Me gustaba esa mujer por puta y no por seria, por alegre y no solemne, por darme la ligereza que tanta falta me hacia.
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Si yo la convirtiera a como desearía una mujer seguro la mataba, la ahogaba y transformaba en una amargura pidiendo limosna de otra manera…Y así jamás la miraría como alguien excitante.
Por eso la dejé ir, por eso la solté, por eso abrí la jaula y dejé que la mariposa volara, buscara la miel de los cerezos, la savia de un tronco maduro o joven o anciano que le devolviera lo suave de sus alas en sus formas y piel.
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No me perdonaría atarla a mí y decidí abandonarla, dejarla en algún espacio de mi mente sin contestar sus llamadas, olvidando su número, vetando su calle y sus tugurios…yo ahora volvería a lo mío con un toque de su esencia… esta vez mi vida sería diferente.
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1 comentario:

george dijo...

Querida Dra,
por fin este hombre que cuenta la historia ha aprendido lo que es una mujer de verdad, tonto el, por quererla para si mismo.
aquí llamamos a esta mujer puta, ¿no seria más simpático decir que es una verdadera mujer sin complejos?
seguro que el conoce muchas chicas y no le llamamos "puto".
¿cuanto tiempo tiene que pasar todavía hasta que ambos sexos pueden tener "sexo" con los mismos derechos?
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¡muy buen relato y me haces soñar!

un besito