El arte de la glotonería

Si en algún momento yo hubiese vivido en el siglo XVIII donde los corsés ceñidos a la cintura se ajustaban hasta sacarte toda la poca o mucha pechuga que se tuviera quizá en moda hubiera sido la más tetichosa o la más presumida, uy! y de contonearme con esas falsas pompas que se mostraban bajo las enaguas mas glamorosas de la región...pero, pero, pero...mi estomaguíto hubiese sido el más solitario, triste y abandonado de la temporada, pues estaría cual frijol en olla cada vez que le cayera algo de comida, poca eso sí, o reventaría el corsé y mi respiración.
Hoy por hoy nos hemos dado el lujo de inventar cuanta golosina estrafalaria pudiese existir. En tiempos en los que yo miraba en la tiendita, con ojos bien abiertos y rodeados de pecas en mis cachetes, hubiese sido la más dichosa por probar lo que hoy en día le llaman “comida chatarra� (me alegro de no conocer ése termino en mi niñez, me hubiese generado pesadillas y traumas). Hay desde lo más agridulce que en serio lo resienten las comisuras de tus oídos, lo más picante en frituras y, esas cosas de chicles que da miedo que en una de esas frescuras te dé cancer.
He de confesar que hace poco, en mis angustias de tener algo en la boca, no pude resistir la tentación de morder cacahuatitos. Mamá dice que son buenos para la memoria, pero yo digo que mejor lo son para el hambre.Tras de los nipones vino un gansito y decidí darle remate con un boing de uva.
Me remonté a mi edad de trenzas: Escuché el tronido de palomitas rebozantes y su característico olor emergiendo de la cocina de Matita, invitación presta para sentarnos a ver la tele SI CUMPL�AMOS NUESTROS DEBERES! Ohhh tortura: tarea, limpia de platos y barrida de patio era lo mío que entregaba a La Generala quien nos recompensaba dulcemente...de lo contrario, ella tarareaba en la cocina y tu permanecías en la mesa sobre los cuadernos hablando en voz alta con un dos por dos igual a dos –digo- cuatro, mientras te llegaba el olor de unos hot cakes con cajeta. Oh tortura sicológica muy efectiva para mi señora madre.!
Hoy no hay tortura, ni vestidos ceñidos, pero existe la vergüenza de que me cache mi jefe con la boca llena, que atienda el teléfono con voz de muppet lejos de oirse amable y aeroportuaria. Que mi clima se huela a “cheetos� y que camine dejando la estela de papas con limón...Y que piense y me pregunte porqué no me vino la falda que hace tres meses me quedaba bien.