25 abril 2006

Muchos como éste

Ya era justo salir de la pinche urbanidad un buen rato y echar la hueva en el pueblo de mi padre. Yo sabía perfectamente que ir para allá era trabajarle, aburrirse o ponerse hasta la madre de pedo por las noches en la esquina de la plaza, donde se juntan los peones para platicar de sus pocas viejas buenas que llegan a tener. Algunas veces los pendejos, ni cuenta se dan que se ofrecen las grandísimas putas, entre sus propios amigos. Tal vez ellas ya sepan cómo cogen cada uno de ellos y los güeyes ni siquiera se puedan llevar a más de dos al mismo tiempo.

Traer pistola o un buen machete y andar a caballo por largas distancias, colmado de sol y una tierra nauseabunda de campesinos es lo que distingue a los del pinche pueblito.

Yo me largué unos días para allá con tal de no escuchar a mi hermana la Juana con eso de que no hay quien le chingue al rancho, que todo está dado a la fregada. Total, arreglar la tierra y andar oliendo a mierda de cerdo es parte de lo que uno va a chingarle.

Así me las daba, de muy trabajador, cuando en el tendajón de la esquina pude darme cuenta de tres chavitas que estaban pelando el ojo para saludarme.

Para comprar una pinche cerveza me las tuve que conchabar a las tres, diciendo poco en realidad de mí, bastaba con que yo dijera una pendejez para que se taparan la boca y sonrieran como las sirvientas que hay en la ciudad.

Una de ellas, la más atrevida, creo que era la prima de las otras dos. Bien cabroncita a sus 14 ya se las daba de enseñar sus pinches piernas flacas y resecas con una minifalda, de seguro alguien le dijo que se le veía bien y de ahí para adelante nomás fuera el único trapo que se pone para salir – le dicen La Lety -.

De güey me meto con esa zorrita, todavía no está desarrollada y se me ofrece como si fuera ya puta de profesión, -nel, me daba asco-, era bien notoria la cara de caliente con que miraba a todos. Esa era la que movía a las otras dos a que me fueran a invitar a dar una vuelta al peñasco, o que las invitara por un helado al kiosco o estupidez y media. Siempre con risas de viejas locas sin el menor recato.

Su prima la chica, chaparrita y más o menos calladita era la que mejor me caía, aunque seguida por la influencia de las otras seguro terminaría su poca adolescencia embarazada de cualquier cabrón de ahí, llenándola de hijos y hasta pegándole cada vez que llegara ebrio al jacal.

Esa se llamaba Ana.

Tocaba la puerta y me vendía tres pesos de tortillas. Sólo me miraba de arriba pa abajo para ver qué le decía yo. Me hacía la plática y me salía con que ella era bien hacendosita. Siempre buscando la manera de tocarme, de buscar un beso, de ver si yo le abría las piernas.

Ni madres de andar con alguna. La última vez en la ciudad, por pendejo, pesqué unos pinches granos de mierda en la verga que casi me hacen llorar de dolor y vergüenza por haberme metido –dizque muy machín- con dos viejas de arrabal. Nel, aprendí muy bien la lección.

Así venía Ana todos los días a venderme Tlacoyos o tortillas, según para acompañar los frijoles y verduras que Doña Carlotita hacía. Esa viejita era la única que trataba bien el rancho de mi padre. Ni se metía conmigo ni con todo mi desmadre por las tardes, nomás me avisaba si le compraba o no a la chamaca esa.

Todo estaba de poca madre hasta que la pinche prima de Ana, La Lety, comenzó con sus mamadas de querer invitarme a un puto baile de pueblo, donde tragas tierra de tanto zapatazo. Acepté nomás porque dos cuatachos de allá les encanta la pinche cerveza y cada vez que van a la ciudad nos ponemos hasta la verga de pedo.

Y ahí estaba yo, con dos güeyes y La Lety mirando a todos cómo se embrutecían del alcohol y el bailongo. Ella los comenzó a sacar a bailar.

Tan de desmadre iba yo que comenzamos todos a chupar igual. Ya se me acercaban otras monas y pues a pasarlas con los otros dos amigos. Yo me hacía el guey nomás. Ahí fue cuando un pendejo mamado vió que desprecié a una de sus putillas hermanas, se me acercó amenazador

- ¿qué eres Puto o no te gusta bailar con mi hermana?- gruñó bien machin,

- Nel cabrón, solo vine a ver cómo bailan, no me interesa fajar con nadie –contesté a medios chiles- ya me tenía harto su desmadre de chinga quedito.

- Pos aquí nadie les hace el feo a mis hermanas – y los amigos se comenzaron a reir-

- ¡ah chinga!, ¿a huevo la he de sacar? – todos lo tomaban a broma, menos yo-

- ¡O la sacas o te corto los huevos de un machetazo! – pos ni hablar, ahí me puse a bailar con una de esas.

Pa no sentir la vergüenza de la obligación ya le entraba al alcohol, al pulque y hasta un aguardiente que por ahí alguien se dio a la tarea de circular, cuando me dí cuenta, ya los dos amigos estaban bien calientes con La Lety, yo me hice el güey y nomás los miraba.

En la madrugada, cansado de la bailada nos fuimos todos para mi rancho, teníamos que ir a dejar a La Lety a su casa, toda ebria y mal vestida. Ahí salió Ana y como nunca me miró, como si se hubiera decepcionado de mí por no llevarla a ella –¡chale!, no pelas a una y ya te ven como si debieras hacerlo a huevo.

Toda la semana me la pasé en chinga limpiando donde los cerdos, las vacas y gallinas; Doña Carlotita fue la que me dijo que Ana ya no vendría a dejar las tortillas y entendí el capricho de la chamaca. Al mes y medio de chingarle duro me fui sin nada importante que hubiera pasado salvo una carta mal escrita de Ana, que me dejó Doña Carlotita una noche antes de irme. En ella me decía que nomás de mirarme todas las tardes su corazón se había enamorado de mí pero que nunca iba a perdonar que La Lety se hubiera embarazado aquella noche de fiesta y, que probablemente fuera de mi aunque ella no lo quisiera decir a nadie.

¡Chale!, ¡qué desmadre arman las viejas! y yo con el corazón de piedra no le iba a explicar que ni siquiera la rocé... ¡ni madres!

Me largué y volví a la urbanidad, a donde te coges a una y al otro día como si nada pasara en la vida. Creo que prefiero vivir aquí aunque de vez en cuando me dé mis visitas por allá. Total, pa coger o chupar donde quiera que haya viejas y güeyes sé que podré hacerlo.

9 comentarios:

Kix dijo...

:-o

La verdad es que sí: ahora ves a las chavitas de 13 años y ya traen una postura frente a la vida que te dejan de a six.

Anónimo dijo...

Acabadísmo este relato! Que cada vez disfruto más ese desnudar tuyo almas de ambas sexos.
Y yo quiero!!!!
(lo del relato, lo de desnudar almas...)

Claro que te "taño", claro!
De vuelta de un sueño (que bien intuiste con... jeje) apenas vine a leerte...
luego me perdí un poco lo sé...

Buscaba exorcisar huecos y vacío...

TQM

Yo.

RAYDIGON dijo...

Cada dia estan mas despiertas las pequeñajas adolecentes, en todos lados...

Besitos G.

Menta dijo...

Wowww! que relato!,me encantó con ese lenguaje tan particular que ya se me va haciendo familiar.
Entretenido de principio a fin y claro muestras una realidad de todos los lugares,de toda la inocencia ya perdida.
Un besote!

Menta

EL ATEO dijo...

Yo no soy tan malo..snif...Y ASI LO CRE LA DRA. KLEINE...

Enigma dijo...

Pareciera una radiografia de la juventud lo que se ha expuesto... sin duda alguna, sensibilidad para identificar patrones de conducta tan claros pero a la vez, ocultos a los ojos poco sensibles.

Excelente Dra, un beso

El Enigma
Nox atra cava circumvolat

Pd Perdone usted pasar ha esta hora, pero el trabajo me tenia aprisionado.

Anónimo dijo...

A tu relato le encontré una claridad y calidad demoledora. triste, en el fondo, como son las cosas claras.

The_Saint_Mty dijo...

Me encantó tu relato..felicidades, me imaginé en mi pueblo..jaja..Saludos y gracias!

Lety Ricardez dijo...

En serio, pero muy en serio mi doctora, este relato cala hondo en la personalidad, el entorno y el idioma y costumbres de sus personajes.

Es un cuento en toda regla, lo digo desde la intuición y el gusto, porque ya sabe que de técnicas no conozco, pero me dejó sentir a quien narraba.

Le dejo mi saludo cariñoso