13 agosto 2008

Epìstola de amor a la distancia XIX

Os debo muchas, entre ellas os dejo una Madame C
"A vuestra sugerencia acudo lo mas pronto que puedo, que la condiciones de esta lenta diligencia llegan a desesperarme.
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Tengo mi pluma bailando al igual que lo que pasa en mi mente. Que viaja a velocidades que no podrè pensar jamàs posibles.

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Mirad lo que imagino y observad lo que mi pensamiento ilusorio dirìa de aquello que escucho en los vientos de la mar…de vuestra mar... lo que hay en su playa.

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Sorprendida acudo a imaginarme ante tal cambio intempestivo de clima, mas augurando que después de la tempestad venga la calma, puedo vaticinar que es bueno que caiga fresca agua a los manantiales seductores, que es bueno que se nutran esos campos para evitar estrìas de tierra seca, recordad lo bueno de las aguas que brotan de las deseadas fuentes que se ponen firmes para proveer de mieles las aguas suculentas, dejad que caiga en la piel de la tierra necesitada, ya que quitarà en mucho grietas secas y perdidas.

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Y si en mi sueño ciertamente sucediera la cosa a vuestro favor:

Hoy alabo que se festeje que la tierra ha comido semejante festìn. Permitid que se introduzca hasta en las venas. Pero recordad siempre que las nubes pasajeras son las que mejor riegan el jardìn.

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Que no se trate de mantener atrapada la tormenta, porque sigue el curso de su naturaleza y es imposible atrapadle en un puñado de aguas resbaladizas.

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Solo hay que tomar del pozo lo que ella dejò, lo que a tiempo prestò.

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Es mayor el disfrute si uno se deja mojar por lo fresco de las gotas a beber por siempre el mismo sabor.

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Hoy que vea el cielo azul, milady, que ya logre escuchar los sonidos naturales de la rutina, podrà darse cuenta que el cuerpo no teme de rayos y luces deslumbrantes, que nada de lo que pueda asustar a su corazòn se haya en esa tormenta.

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Hay arenas que pueden guardarse en un puñado guardado cercano al corazòn, pero no dentro. No implica llevarse la playa para recordar el mar.

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Asì pues, os mando con mi caballerango tal oraciòn, para que en ella consuele el ansia de saberse en metamorfosis. Cuidad de las centellas que sòlo son eso por menos de un segundo, mas bien vale la pena mirarles en el cielo para ver lo despejado que estè.

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Espero y os deje sin dudas y que todo ello se pueda obtener de la noche, de la que siempre se vuelve al color de los còmplices acariciantes.

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Suplico mi màs ferviente voto porque asì sea.

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En paz os dejo.


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