19 octubre 2006

El bar

Aún no tengo la certeza de lo que fue. Si tratara de digerir lo que aconteció paso a paso, me resultaría absurdo reflejar mi recuerdo como una niña que apenas tiene 12 años y le acaban de dar su primer beso.

No, no quisiera recordar paso por paso los hechos, sin embargo, sé que si sucedieron por completo porque fue mi cuerpo el que más lo resintió, y no precisamente por el fragor del martíni que me tomaba sola en la barra del Bar, sino porque así nomás no se dan las cosas porque sí, no? sé que no se dan así.

Finalmente, después de un ajetreado día de trabajo, quise darme el lujo de salir y poder disfrutar un poco de la hospitalidad que me estaba brindando mi empresa en el hotel de aquel lugar.
No es sencillo ubicarse en un lugar donde una mujer sola va vestida de ejecutiva y simplemente pide un buen trago sentada en la barra cruzada de piernas.
No es sencillo pero lo fue y simplemente ahí comencé a gozar. Agradable el chico que me atendía, pretendía pasar por alto que no me mirara a los ojos, sin embargo su insistencia daba más de qué hablar.
Fue la plática tranquila y sencilla, entre trivialidad y cosa nostra, entre que no me mirara sola tal vez porque pensara que no conozco a nadie en ésta ciudad.
Y fue también una reacción de recelo verlo cómo cambiaba a su seriedad acostumbrada cuando un apuesto señor del Norte llegó así nada más, a proponerme no seguir tomando sola, (aunque en realidad no lo estaba porque me entretenía bastante el chico del bar).
Y acepté lo que en otros tiempos me hubiera dado el lujo de no tomar y simplemente me reí y me dejé llevar. Seguí pidiendo lo mismo y él ordenó una botella para sí.
Le rendían pleitesía los asistentes del lugar.
Y supe que era huésped distinguido, frecuente visitador del estado, negociante rudo y adinerado que solía pasar sus momentos de tranquilidad al lado de una buena botella y ¿por qué no? Con una chica que se prestara a escuchar su ego por demás grande y hacedor.
Lo acepté? no tenía nada más qué hacer.
Y escuché todo de él, y me reí mucho con él, de momentos aguardaba a que surgiera la propuesta de irme a la cama con él ante una lluvia de grandes piropos que no dejaban de caer.
¿La vanidad me estaba gobernando?, no puede ser que existan hombres que así nomás puedan portarse caballerosos, gentiles, pagadores y simpáticos en una sola noche sin sugerir un poco de sentir entre sus piernas? ¿o si?
Alabó mi cabello, lo acarició? miraba mis ojos y solía decir comparaciones que en otros tiempos mis abuelos usaran de forma atrevida? decía que mi sonrisa era sencilla sin tanto alboroto como muchas otras?
Jamás se atrevió a más, sólo en hacerme reír y disfrutar.
El tiempo pasó y vi que finalmente las copas estaban merodeando mi cabeza?
Ya no era tiempo de perder más minutos y surgió de mí que yo fuera su huésped.
Caso de la lengua involuntaria y de mis ganas interiores que brotaban por no amanecer sola entre una gran cama.
Aceptó.
El barman ya conocía esa clase de historias? quizá sabría muchas de ése tipo que me conocería muy, muy adentro de mí y tal vez hasta se decepcionaría de pensar que fueran varios martinis los que dominaran mis decisiones viscerales.
Se despidió de forma generosa con el Barman y éste simplemente me miró a manera de despedida.
Subimos a mi habitación jugueteando algunas palabras y deteniéndonos entre los pasillos. Me besó y lo acaricié y comencé a lucir la fiera caliente que ya se salía de mí.

Fue al otro día cuando miré que no había nadie en el otro lado de mi cama.
No había dolor de cabeza ni olor a cigarrillo.
El alcohol ni siquiera dio de más.

Y recordé una pequeña historia que me contó el barman de las mujeres que, como yo, llegaban solas a pedir bebidas. Me contó cómo se alegraban con el burbujeo alcohólico y malvado de las decisiones y me narró lo que a veces se considera discreción entre ellos.
El alcohol me dominó con sus historias y fue una de ellas la que me llevó a la cama?

Pero jamás hubo un norteño, ni un pagador, ni risa grande que saliera de mí.
Era la historia de ese chico en la que me ví quizá reflejada en una tarde-noche libre después de compartir mi soledad con su tiempo de despacho en atención a su Bar.

3 comentarios:

Enigma dijo...

Todo fue un ir y venir de efluvios de bebidas y alcoholes... interesante forma de manejar la narracion.

Un beso Dra.

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Anónimo dijo...

Esos bares con sus alquimistas encargados. Quien sabe, quizá no sólo fue un sueño, fue un encantamiento en copa de martini.

Saluditos de viernes

RAYDIGON dijo...

Esta chica requiere ayuda profesional Doc.

jajajaja

Besos semanales.