Y sin problema alguno ella acudió a la gendarmería. Decidida, llena de pensamientos que le llenaban la cabeza de sonidos, como esos grillos que salen por las noches a cantar sus aventuras.
De primera instancia, se topó con dos militares, ahí en la entrada. Mirándola con desdén e imposición haciendole preguntas directas y sin miramientos de pena alguna.
- Soy la esposa de Jorge, el que mandaron al monte para enfrentarse con los rebeldes
Aquellos guardias se miraron entre sí, y ahora la escudriñaron de pies a cabeza, no podían pensar que ése hombre también tuviera una mujer valiente que fuese a preguntar por él ante la mismísima gendarmería.
Optaron por guardar silencio y abrir el portón pesado de madera de aquel lugar.
- Pregunte por el Sargento Luis, vaya hacia ésa oficina de la esquina y pida hablar con él. Nadie más la atenderá porque todos están en el monte, como su marido lo estuvo.
Y caminó, al principio dudosa cubriéndose con el rebozo su rostro, como no queriendo ser descubierta por los ojos tremendos que abría. Ya sin detenerse porque su camino estaba avanzado, sentía las miradas de muchos, pocos civiles y el resto uniformados, a todos les daba la espalda en el camino eterno hacia esa puerta.
- ¡Quiero hablar con el Sargento!, Soy María Clara, la esposa de Jorge, el que mandaron al monte y vengo a preguntar por él. Dicen que lo atraparon los de allá, que lo maltrataron hasta saciarse y que lo hicieron enojar tanto que mató a tres de ellos.
¿Cuándo va a volver?
En aquella sala, una máquina de escribir y ruidos de cuchicheos por doquier cesaron ante la voz de esa mujer, todos miraron entre sí y dirigieron la voz al Sargento que se encontraba tras el escritorio, atendidendo un menester.
Volteó a mirarla como miró al resto, tragó saliva y la hizo pasar a su privado, de esos que son de madera vieja y cristales opacos, aunque por no llegar hasta el techo, poco se pudiera oír en las afueras.
Se hizo de nuevo el ruido y ahora con ciertos rumores.
La puerta se cerró y todos trataban de saber lo que ocurría ahí dentro.
- Dicen que mató a cuatro-
-¡Yo no sabía que seguía vivo!
- Pues si no sabías que estaba vivo, yo desconocía que tuviera mujer... y brava ¡te das cuenta!
-¿Y qué fue de Jorge entonces?, ¿qué le habrán contado a esa mujer?
- Y se oye que llora... ¿la escuchan?, ¿le habrán dicho que ya murió?
Todos hablaban y miraban al privado, sólo la sombra del Sargento se veía moverse. La otra sombra, más baja, que figuraba estar sentada al frente de una mesa, sólo movía el rebozo de vez en vez con la cabeza en ciertos movimientos.
Tras ello, las sombras se posaron para salir y de inmediato allá afuera se aprestaron a dejar de elucubrar y continuaron haciendo sus labores según lo fingían...se abrió la puerta rechinando. Ella salió solemne, no parecía haber llorado como lo dijo la secretaria, miró a todos con ojos de reto y toda derechita sin pena y mucha gloria dijo buenas tardes y salió sin mirar a nadie más.
El Sargento la miró hasta perderse en el fondo, movió ligeramente la cabeza y volvió a la realidad de la escena. Mirando seriamente a todo cuando le veía curioso.
- A trabajar señores, haced el papeleo cuanto antes que allá afuera hay soldados que viven por ideales compartidos a su patria, que viven y mueren con orgullo por tratar de hacer que su familia esté orgullosa de su lucha y su logro. ¡a trabajar!
2 comentarios:
Hemingway no lo habria podido describir mejor una escena de guerra civil, personalmente y quiza porque eldia del Franquismo paso hace poco, me transporte a España... nunca, hay que preguntar por quien doblan las campanas.
Un beso Dra.
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
Ah que triste! pero nos lo cuentas tan bien! Claro que Maria Clara tenía que salir de ahi con la frente en alto con harto orgullo pues!
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