21 diciembre 2006

Y llegaría el festejo

Desperté, en realidad no deseaba hacerlo, el sueño que mantenía durante la madrugada era delicioso, suave, de esos que puedes creer que es una realidad al tener sensaciones y colores de todo lo que te rodea. No... no me decidía a abrir los ojos porque sabría con qué me estaría enfrentando.
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Yo la besaba, por fin la había tenido en mis brazos, cosa de año y medio de verla en la oficina de reojo, sin que nadie se percatara, de verle las piernas, su cintura. De admirar lo bien que viste cada vez que tiene reunión corporativa. Por fortuna la copiadora da a mi costado y es el perfil perfecto para mirar su cuerpo, así, como permanecía, no dudé en tener muchas fantasías en nombre de su piel.
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Por cuestión de un buenos días y un hasta mañana jamás llegaría a tener nada con ella, tendría que actuar osadamente para que por fín se fijara en mí.
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Y así la tuve, fue necesario el cortejo, un flirteo fino que poco a poco cayó en atracción. La Navidad era el pretexto. No había más, esa mujer sería mía tras una charla de bar, intercambio de regalos, sonrisas tras unas copas por un brindis que en realidad era por nada y un beso fortuito que le planté en su mejilla, con olor a perfume fino.
Así la tuve por instantes, pegando mi cuerpo a sus senos ya sus labios, saboreando lo que tanto tiempo me había costado tener, tocando lo que meses, tiempos atrás no había querido imaginar más que entre mis sueños húmedos. Sentí las campanas repiquetear a la víspera de Nochebuena.
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La deseaba demasiado y la propuesta fue que en un abrir y cerrar de ojos estuvieramos solos, sin gente, sin que nos estorbara la ropa, para poder admirar lo que ya conocía yo de memoria, para comer a grandes bocanadas lo que tanto mendigaba tiempo atrás. Subir su piel con mi mano, tratar de grabar paso a paso en mi mente lo que yo creía que nunca iba a pasar. No deseaba que esto terminara porque le placer que me provocaba era inmediato, era fuego, eran ansias por montarla, lamerla, penetrarla y sentir que su mirada en blanco era dedicada a un orgasmo que me otorgaba como triunfo. ¡Realmente me exitaba pronto!
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Sin necesidad de hablar fue mi ensueño y por ello no deseaba despertar porque en la realidad yo no la tenía a un lado de mi cama, ni la había conquistado ni mucho menos brindaríamos en un bar. Sólo tendría a un gran perro San Bernardo, jadeante y pesado bajo la cama de mis pies, que estaría atento a que le mirara, con su ridículo gorro navideño.

2 comentarios:

Enigma dijo...

Algunas veces los sueños, son mejores que la vida, pero tmbien, es cuestion de enfoques, hay que utilizar los sueños, como inspiracion para buscar lo que en ellos vivimos.

Un beso Dra, feliz navidad

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Anónimo dijo...

El final, con perro san bernardo de sombrerito está genial, jejejeje.

Un abrazo grande grande, feliz navidad!