23 febrero 2007

Renacer

Había estado desde mucho en la tierra, aguardando, sintiendo que su momento llegaría de un chispazo a otro. Todo transcurriría tan natural como su madre le había dejado en el legado del recuerdo. Ella simplemente tendría que esperar a que sintiera algo y cuando ése algo la empujara a moverse sabría que su nacimiento estaría ya formado.
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Bastó un día soleado, uno de esos que parece que el hombre no ha pisado terreno virgen. El canto de un pájaro distraído en busca de comida y de las nubes, que prestas, pronto tendrían que ver con ella todo y nada en la vida.
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Llovió, tan suave que parecía que le invitaban a nacer, llovió en un atardecer que aún el sol no ocultaba el resto de su cuerpo... como queriendo ver hasta dónde alcanzaba a ver el sutil despertar de ella: La pequeña semilla.
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Fue nuevamente el paso de unas mariposas quienes le gritaron quedo hacia la tierra: ¡Hé, vamos, deja la pereza a un lado! Ya es hora ¡Ya es hora!
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Y sintió la hora en su pequeño cuerpecito, fresco, ligero, presto a lo que la vida le había otorgado ahora. Se preparó y esperó paciente a que la noche llegara con sonidos, grillos en anuncio de la vida y aves que trabajan de noche. Y ahí empezó su evolución. Primero se tornaría más grande que su pielecita y hubo que romper un poco de ésta para brotar, luego necesitaría de la frescura, de la humedad que el nido de su alrededor le ofrecía.
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Habría que luchar desde el nacer por la vida intacta de su cuerpo con monstruos largos sin patas ni ojos, de esos que devoran raíces y dejan semillas de más críos como ellas.
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Todo pasaría en momentos prontos y tras su cuerpo ahora más crecido aguardaría más noches y más días para alcanzar la estatura en la que le permitiera asomarse a la ventana, a ver lo que habría de estar esperando allá afuera. Aquí estaría calientita, allá estaría a la intemperie y se preparó con lo que su legado le dejó en enseñanza.
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Su transformación fue genial, linda y sutil. Nada habría de detenerla salvo el mismo paso de su genética. Aún ciega sentía el aire, el sol, el agua, conocería temblores y sabría lo que le acontecería en cada vellito de su piel. No veía pero sentía la caricia de un hermoso buen día dado por su Dios Sol. A El se le veneraba, por él su vida crecía, con él daba tumbos de sonrisas...
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Fue un día sin anunciarse al mundo, sin que nada distinto pasara en aquel camellón cercano al jardín. Nadie notó que ella brotó, ningún auto, ningún peatón, ningún perro husmeador.
Sus ojos no dieron abasto de conocer todo cuanto surgía a su alrededor. Para ella fue entrar en el mundo, conocerlo, sorprenderse. Para sus alrededores fue un despertar nuevo, una hija de la naturaleza nuevamente había triunfado y demostraba su actividad dejándole asomar el rojo de sus pétalos, el olor de su interior y la sonrisa natural de su nuevo amanecer.
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Ahora le tocaría conocer algunos detalles por los que habría que luchar en la sobrevivencia, pero de momento le tocaría gozar de la chispa que le dió la vida en ése nuevo despertar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahhh me encanto!
Feliz fin de semana...

RAYDIGON dijo...

FELIZ FIN DOC.

BESOS

Unknown dijo...

¡Doctora Klein!

Pero que bien está usted escribiendo.

Me sorprendió la belleza poetica de tu relato. Pude sentir la energía de la vida pujando por nacer.

Esta obra se tiene que publicar en papel. Me gustaría verlo en tu próximo libro.

Un abrazo querida.

Dra. Kleine dijo...

Mi querida RAquel!!!
De eso pido mi limosna caray!! jejeje...