14 junio 2007

Inocencia permitida

Las estrellas estàn màs claras que nunca, me dijo Sandy mirando hacia arriba.
Le pedì que no se distrajera porque andar en bici y cerrar los ojos era tan peligroso como lo que estaba haciendo…
Me decìa que a veces intentaba ver cosas que se movieran en la inmensidad de la noche, pero que jamàs lo veìa porque màs allà de dos metros la vista se le hacìa borrosa…
Me fascinaba su risa, su sentir, su manera traviesa de mostrarme que podìa hacer cualquier locura regresando a su estabilidad de siempre con sòlo una sonrisa, de esas que me provocaba una gran sentir bajo mi piel.
Desde hacìa tiempo la conocìa pero no fuè hasta nuestra clase de dibujo en donde me percatè que sus rizos dorados le combinaban en sus ojos negros poblados de bellas pestañas. No me cautivaba que agarrara sapos para mi e intentara dibujarlos antes de que saltaran al arroyo, pero su pose era natural, me atrapaba.
Intentàbamos capturar a detalle algunas cosas inusuales del campo, de la pradera, de los viejos castillos que visitàbamos jugueteando, a escondidas, a gritos de fantasmas y huellas de quienes estuvimos ahì.
Asì que por eso comenzamos a dar paseos , como los grandes amigos que se conocen desde chicos… pero no era en realidad lo que yo anhelaba ya que desde hacìa poco yo la conocì.
Los paseos en bici son divertidos, hacen que mires, platiques y disfrutes y con los momentos de diversión vengan mis plàticas internas, fijarme en el espectáculo que su rostro coqueto me ofrecìa, falto de picardìa.
Pero era demasiada su inocencia como para no saber lo que en realidad yo pretendìa.
No sè si me atraìa su virginidad, el mero hecho de imaginarmela desnuda en el pasto o intentando descubrir còmo era mi cuerpo cerca del suyo. Pero los viajes en bicicleta me daban la esperanza incierta de que algún dìa pasarìa, de que las estrellas brillarìan màs si yo la tuviera entre mis piernas y de que ella corresponderìa a unas iniciantes caricias de amor.
Cada viaje a los alrededores significarìa una oferta no consultada, un logro de dar avance o un intento de sentir sus mejillas rozando con las mìas… pero era màs la exitaciòn de pensar en todo eso que no pasaba que en lo que en realidad pasaba sin que ella viera la reacción de mis pantalones.
Por eso le pedìa que no mirara al cielo, que no mirara al horizonte, que la vista la clavara en mì. Pero hay flores que nunca se dejan cortar, que crecen silvestres y silvestres mueren alegres de servir de decoración al campo.
Por eso desistì de su conquista, por eso no rompì su pura inocencia… porque era tan bella de cuerpo como linda en su alma… me dolerìa quien llegara, y en un abrir y cerrar de ojos lograra lo que yo tardè con paciencia sin llegar a culminar.
Y comencè a mirar las estrellas y a decirle còmo se llamaba cada una de ellas cada atardecer que nos juntàbamos a pintar cosas que no serìan como su belleza

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Upps deje coment en el anterior, y bueno de que te puedo yo decir a mi me paso algo muy parecido a esto, me hiciste recordar! Buen día.

Ileana Cruz dijo...

Esa inocencia... qué lindo detalle, pero quizá ella deseaba una invitación que nunca llegó... jejeje.

Un besito querelango

Sandra Perez dijo...

Cuanta ternura en tus palabras, Doc... que lindo seria poder vivir eternamente en esa inocencia, no?. mis besossss para vos y muy buen finde.