Era imposible dejar pasar esa imagen, sencillamente, al ritmo del jazz no dejabas de asociar el romance con algo que viniera de esas notas. Y sonaba esplèndida toda la mùsica, asì que me relajè y comencè a mirar alrededor mìo. Y ciertamente fue cuando percibì que unos ojos me atravesaban, deseando que desde antes pudiera cruzarme con ellos.
Un brindis a la distancia y una sonrisa, con dientes relucientes y bellos transformados en unos labios que se notaba, habìan ya besado muchas bocas.
Los años le daban la experiencia de vida, y eran los años los que se le acomodaban en excelente estado en su cabello, en su cuerpo y hasta en esa forma digna de coquetear.
Al principio mi inseguridad hizo fingir que no le veìa, que no era a mì a quien se dirigìa, engañaba a mi ego con pensamientos distractores para no sentirme desilusionada si realmente no era a mì a quien el saludaba, o llamaba, o simplemente acompañaba con la copa de alcohol.
Un mesero me lo confirmò, enviandome de misiva una servilleta, que a la letra decìa: “Luces bien para estar sola, ¿aceptarìas una copa de otro martíni? Y sencillamente lo negue. Agregè un gracias y con seña gentil declinè la oferta miràndole de forma directa. Era momento de enfrentar que hasta en un bar se desea estar de vez en cuando sola, sin menor interrupción de alguien. El jazz sonaba divino como para que en escena entrara alguien destrozando mi vida o mi corazòn.
Asì que la copa y quien enviaba el saludo no tuvo màs remedio que insistir con la mirada de tiempo en tiempo para ver si ya el alcohol surtìa el efecto ablandador de convercer a alguien y comenzar a mirarle con mejores ganas.
No pasò en mi.
Pero al cabo de cierto tiempo, cercana a mi mesa, un grupo de bellas señoras, elegantes en su totalidad, podrìan ser presa fácil de quien yo ya miraba al acecho.
No eran del lugar. Tal vez porque la ciudad se prestaba a que fuese rica en turismo y abundante carne de donde escoger, siempre variante, siempre perfecta.
¿y què pasò?
Pues lo que ya se venìa viendo… una invitaciòn, una copa. A la mejor de aquellas que sembraban aun pasiones a gente de su mismo rango.
Y como quinceañeras, entre las cuatro, era una competencia saberse bellas, sus posturas, sus carcajadas, sus brindis hacia la mesa donde estaba aquel que màs tarde escogerìa, comenzaron a obviar la situación. Y con el jazz y mi lap. Organicè la historia que a tiempo me entretenìa y a su vez me hacìa preguntarme:
Pese a que sigamos siendo personas que amamos y tengamos con el tiempo, una madurez en el alma de querer a alguien, ¿siempre estaremos dispuestos a declinar con quien adula nuestro ego?, ¿serà que la edad genera una especie de ùltima oportunidad en nuestras ganas de ver si aùn somos competentes?
No lo sè, pero lo cierto es que de ellas, una se alcoholizò demasiado, otra simplemente se quiso sentir pudorosa y espantada ante la situación, una triunfante y la ùltima amargada, escupiendo cualquier cantidad de adjetivos en contra de el hombre, animando a su amiga a que desistiera de quedarse con èl… ¿egoísmo?
Las horas continuaron, el viejo galàn se les acercò. Y pude ver còmo las feromonas veteranas aun luchaban por algo de conquista en a aquellas mujeres.
Pasado el tiempo el cuarteto de mujeres se retirò… y el hombre aquèl pagò su cuenta y la de ellas.
Y saliò tambièn tras de ellas.
No me quedò màs que morir de curiosidad por saber con cuàl de las cuatro quedarìa encamado, con cual de las cuatro harìa historia, teatro y tango y con cual de las cuatro ya habrìa vivido algun sexo otoñal… No me quedò màs que beber mi martín, cerrar mi lap y disfrutar de un jazz que me dejò el sentir de la vida que en todos lados grita por sentirse presente.
Un brindis a la distancia y una sonrisa, con dientes relucientes y bellos transformados en unos labios que se notaba, habìan ya besado muchas bocas.
Los años le daban la experiencia de vida, y eran los años los que se le acomodaban en excelente estado en su cabello, en su cuerpo y hasta en esa forma digna de coquetear.
Al principio mi inseguridad hizo fingir que no le veìa, que no era a mì a quien se dirigìa, engañaba a mi ego con pensamientos distractores para no sentirme desilusionada si realmente no era a mì a quien el saludaba, o llamaba, o simplemente acompañaba con la copa de alcohol.
Un mesero me lo confirmò, enviandome de misiva una servilleta, que a la letra decìa: “Luces bien para estar sola, ¿aceptarìas una copa de otro martíni? Y sencillamente lo negue. Agregè un gracias y con seña gentil declinè la oferta miràndole de forma directa. Era momento de enfrentar que hasta en un bar se desea estar de vez en cuando sola, sin menor interrupción de alguien. El jazz sonaba divino como para que en escena entrara alguien destrozando mi vida o mi corazòn.
Asì que la copa y quien enviaba el saludo no tuvo màs remedio que insistir con la mirada de tiempo en tiempo para ver si ya el alcohol surtìa el efecto ablandador de convercer a alguien y comenzar a mirarle con mejores ganas.
No pasò en mi.
Pero al cabo de cierto tiempo, cercana a mi mesa, un grupo de bellas señoras, elegantes en su totalidad, podrìan ser presa fácil de quien yo ya miraba al acecho.
No eran del lugar. Tal vez porque la ciudad se prestaba a que fuese rica en turismo y abundante carne de donde escoger, siempre variante, siempre perfecta.
¿y què pasò?
Pues lo que ya se venìa viendo… una invitaciòn, una copa. A la mejor de aquellas que sembraban aun pasiones a gente de su mismo rango.
Y como quinceañeras, entre las cuatro, era una competencia saberse bellas, sus posturas, sus carcajadas, sus brindis hacia la mesa donde estaba aquel que màs tarde escogerìa, comenzaron a obviar la situación. Y con el jazz y mi lap. Organicè la historia que a tiempo me entretenìa y a su vez me hacìa preguntarme:
Pese a que sigamos siendo personas que amamos y tengamos con el tiempo, una madurez en el alma de querer a alguien, ¿siempre estaremos dispuestos a declinar con quien adula nuestro ego?, ¿serà que la edad genera una especie de ùltima oportunidad en nuestras ganas de ver si aùn somos competentes?
No lo sè, pero lo cierto es que de ellas, una se alcoholizò demasiado, otra simplemente se quiso sentir pudorosa y espantada ante la situación, una triunfante y la ùltima amargada, escupiendo cualquier cantidad de adjetivos en contra de el hombre, animando a su amiga a que desistiera de quedarse con èl… ¿egoísmo?
Las horas continuaron, el viejo galàn se les acercò. Y pude ver còmo las feromonas veteranas aun luchaban por algo de conquista en a aquellas mujeres.
Pasado el tiempo el cuarteto de mujeres se retirò… y el hombre aquèl pagò su cuenta y la de ellas.
Y saliò tambièn tras de ellas.
No me quedò màs que morir de curiosidad por saber con cuàl de las cuatro quedarìa encamado, con cual de las cuatro harìa historia, teatro y tango y con cual de las cuatro ya habrìa vivido algun sexo otoñal… No me quedò màs que beber mi martín, cerrar mi lap y disfrutar de un jazz que me dejò el sentir de la vida que en todos lados grita por sentirse presente.
5 comentarios:
Coincido en que algunas veces es mejor disfrutar de la soledad...
Buen inicio de semana.
Ay Klein cómo te va de Queretana ehhh? Fijate que yo fui de pisa y corre a una primera comunión y me di cuenta de que la gente es muy amable, demasiado...uno está mal acostumbrado a la prisa o qué se yo, pero por ejemplo una de mis sobrinas se cayó y se hizo un raspón y pa pronto una señora corrió con un kleenex, luego alguien pidió la hora y otro señor se acercó a dársela cosas así, muy decentes los queretanos. Bueno, terminado el chisme voy a leerte (todavía no leo nada jajaja)
cargas con la lap a todos lugares...en una ocasión escuché buen jazz en josechos mientras cenaba con Maraya...disfruta de una lluviosa y agradable semana
Que observadora Doctora, en algunas ocasiònes me he puesto a pensar en las miles, millones de historias ambulantes que andan a nuestro derredor, material para muchìsimos libros que no terminarìamos màs de leer.
un cariñoso saludo
Mi querida K.
No termino de entender porque escapaste, pero hiciste bien.
Besos Doc.
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