El café

Me preocupaba su mirada, la tenía perdida, opaca, sin mensaje. Simplemente sorbía el café sin inmutarse en su sabor o en algún pensamiento que la mañana le pudiese provocar. Ella lucía afligida, sin ganas. Temía que hasta la cafetera le descubriera sus pensamientos.

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Las ganas de vivir las tenía ahí, guardadas, sin saber si podía tener fuerzas de usarlas. No sabía si estaba viviendo una vida monótona o era ella la que convertía monótona toda su rutina.

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Había estado recibiendo las llamadas de Marcelo, de Jorge, de aquel chico que conoció en el callado Bar del callejón… ni a él le respondía.

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No tenía en mente idea fija más que aquella que le daba el fin de su vida… pero era cobarde, aún tenía que continuar.

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Sus amigas, dispersas en la ciudad, sólo atinaban a mandarle mensajes de apoyo, porque no se atrevían a advertirle que su vida la estaba matando. Le invitaban a salir de su capullo, que ya cambiara, que volviera a ser la misma.

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Ella se absorbía en aquel café, pensando la manera efectiva de lograr una muerte segura… Por envenenamiento sería lo más sutil, sin deformaciones ni sangre en la cara.

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No inventaba cosas trágicas ni mucho menos dolorosas:

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¡Para morir hay que saber ser cuidadosos!.

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Daba ideas, buscaba en Internet, inventaba cualquier pretexto para evitar la plática con los demás.

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¿Qué le había provocado llegar a ése camino?

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¿Qué le indujo a darse por vencida en la vida?

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La decepción. No de amor, porque se sabía querida.

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Sabía que en la vida quien quiere puede seguir adelante y eso admiraba en muchas personas sin embargo le atinaba a doler lo que otras personas no podían.

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Se había decepcionado de la gente que pensaba sería grande, sería alguien, podría cumplir promesas y daría ejemplos de vida. Se había decepcionado de todo aquello que simbolizara un proyecto, un espacio, una planeación. Nada se llegaba a cumplir, nada cumplía con lo que ella quería.

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Y ahí estaba por esa duda, nada le ganaba más que el dolor de una decepción.

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Seguiría buscando cómo dormir, como conseguir una jeringa del sueño que le diera lo que ella andaba buscando: Salirse por la tangente y olvidarse de todo.

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¡Vaya manera de tomar café!

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