Yo me quedé quieto cuando và tu desnudez, no supe siquiera exclamar una palabra de belleza pronunciada al descubrir tu piel. Sencillamente callé y me oculté, dejé que mis ojos miraran lo suave de tu espalda, lo tranquila que metÃas primero una pierna y después la otra, entreviendo tu cintura a esa gran tina de agua caliente.
Gracias a esa puerta vieja, de la gran hacienda, te pude conocer más.
Mi gran maestra escolar, amiga de mis amigos y cómplice asesina de grillos y arañas.
Me evocaste tu llegada al pueblo, en ese caballo enorme, diciendo que te hospedarÃas en la casona del abuelo.
Mi padre poco te conocÃa, pero sabÃa que nos educarÃas como a los que se educan en las grandes ciudades.
No era tan chico para saber que eras linda. Que tu cabello sin trenzas y al aire, me daba el mejor ejemplo de saberte fuereña. Yo ya crecÃa entre obligaciones de la casa, de mi padre y del campo y jugaba lo que los niños juegan algunas veces con las niñas. Toqueteos y besitos que se quedan secretos entre rincones oscuros y árboles espesos.
Ya me aburrÃan las historias de romance.
Yo ya deseaba los juegos de adultos y te imaginaba en un abrazo queriéndome.
Yo te veÃa distinta, distinguida y culta adorando los momentos en que pedÃas mi caballo para correr en el campo. Jovial e intensa, dabas siempre la mejor de tus sonrisas, maestra.
Y yo, chiquillo ingenuo que deseaba un beso tuyo a cada tiempo que el curso pasaba. Poco a poco te pensaba como hombre olvidando las normas.
Tus piernas, tu falda, los pliegues del pecho. Eso era en clase lo mejor que me mostraba tu feminidad. Y yo crecÃa...
Recordar todo eso mientras te observaba en la tina de baño me provocaba efusividad y nervio, ansia y deseo, ganas de que mi cuerpo te sintiera cerca. La euforia de lo que jamás me imaginé que verÃa era más que un regalo para alguien que albergaba tu cercanÃa.
Eran noches de mirar las estrellas y pensar en tenerlas toda para ti.
Eran dÃas de mostrar que alguien como yo también podÃa amar y querÃa alcanzar algo muy alto que no se resignaba a perder. Y fabricaba historias en torno a nosotros y dejaba llevarme por tus clases, el meneo de tu falda y la historia de tu vida.
No hubo tiempo de despedida, en una clase de pronto, ya no era tu cara tersa la que enseñaba el valor de los héroes. Una ruda voz cuadraba nuestras filas y su paso opacaba el pequeño salón de clases.
Te me fuiste como las golondrinas. Volaste sin que al menos, un poema te regalara.
Y la vida también se fue cuando olvidé platicar con mis juguetes.
VestÃa yo de bata y estetoscopio cuando reconocà tu carita arrugada. En instantes volvà a ser chiquillo y a poner ojos atentos a lo que balbuceabas. MorÃas de pulmonÃa, de la más terminal y fulminante.
Jamás me dio tiempo a que tu lucidez me reconociera.
¿Cuántos más se habrán enamorado de ti?
Nunca supiste que te amé y permanecà en guardia cada noche de tu agonÃa en recuerdo a aquellos tiempos de ilusión breve.
Nunca supiste quien fue ése ángel blanco que llamabas cuando pedÃas un sorbo de agua ni tampoco quien derramó dos lágrimas al cerrar tus envejecidos ojos.
Hasta tu último suspiro, maestra, me enseñaste la humildad de un amor callado.
13 comentarios:
Qué hermoso relato, Dra. Pulsas la cuerda de la nostalgia y el arpegio de la evocación. SÃ, fuimos niños y nos enamoramos de una mujer que nunca fue nuestra del todo.
Un beso Dra.
Ay dra.. ora si me hiciste llorar.
Digo, yo no le arreglo una compu a mi maestra, pero si, en alguna ocasion me enamore mucho de mi maestra de primer año, que me ponia celoso del profesor de 6to que la cortejaba frente a los alumnos
Aquà de regreso,... Ora' si me tomaste en el mud de la nostalgia.
En quinto año de mi primiaria tenÃa una maestra hermosisima que era la novia de todos los niños de mi clase.
Todos lloramos cuando cambiamos de grado.
EN algun momento, todos tuvimos un amor platónico, muchas veces o algunas de maestras...
Yo no me enamoré de ningún maestro platónicamente, pero si admiré mucho a mi profesor de l
Lengua...en secundaria...
como siempre dra. un placer leerle
M. Gringo iré a buscar "mi tarea" lo prometo. Eres muy amable chico!
Y seguimos mañana, claro que si!
A veces me pregunto Oscar, si la maestra se dará cuenta de los suspiros que se evocan en su nombre...a veces me pregunto, qué pensará?
Si te creo Humano, de niños tenemos esos celositos tan nobles de querer algo "sólo para nosotros". Memorables, como no!
Bruno, Bruno!, que suspiro tan intenso... creo que lo leo en el mar de ilusiones...Oh bello suspiro!
Mr. Stult, cuando yo fuà maestra y cambié a los chicos por las grandes empresas lloramos mucho, sà que lo hicimos, al grado que me rodearon todos pidiendome que no me fuera nunca más. HÃjole...duele.
Eso Dragón! Eso! Qué será de los amores que pasaron por nuestro corazón y jamás supimos el paradero...eso mismo pregunto yo! Oh tino el tuyo!
Sabes Bohemia? algunas veces de la admiración el paso del amor esta a un cachito, la cosa es que fÃsicamente no ayudan muchos profes! jeje.
Lo mismo Digo Ross!
Por cierto: Se han fijado correctamente en la imagen?? Han visto la dualidad que tiene??
me fascinó el relato....buen dÃa klein
¡Claro! La vieja agazapada en la espalda de la joven.
Que bueno Alex! Has cambiado de look con figurita de trasero?? jeje
Y si Yeye, suele haber de todo en el camino del amor, como ves?
Oscar: tienes palomita en clases!!!
El amor de estudiante a maestra, es como el de enfermo a enfermera... mas que pasional, es onirico, platonico...
Agradable relato, con el cambio del antes y despues en el nerrador de una forma en que sorprende pero no es abrupto.
Un beso Dra.
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
Me recuerda "El amor en los tiempos del cólera" de GarcÃa Márquez, en un encuentro con el amor de la juventud, muchÃsimas décadas después.
Tema lindo, sensible y bien manejado.
Besitos.
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