18 diciembre 2006

Metro Auditorio

Y fuese a partir de las seis y media de la mañana o fuese a las ocho cuarenta y seis de la noche ahí le veía todos los días. De lunes a viernes. Al principio de mi ruta creí que simplemente esos días ese señor había decidido ponerse en el pasillo del metro Auditorio porque había más afluencia de ejecutivos o personas con mejor nivel económico que el de Pino Suárez, sin embargo a lo largo de año y medio me dí cuenta que ese es su lugar de trabajo. Lo va a dejar una señora, con una pequeña mochila negra en la que carga un vasito pequeño de leche, un bolillo y un plátano. Eso es lo que le veo todos los días en el momento de su desayuno.
El hombre no tiene piernas, siempre usa un gorro con orejeras y mira a todos los que pasan por ahí, ha de conocer la cara de todos y cada uno de nosotros porque simula una sonrisa cuando ve a uno que otro que le devuelve el saludo. Uno de sus brazos parece tullido y con el otro es como logra moverse a lo largo del pasillo, en el frío suelo del lugar.
Sólo mira, la voz no se la conozco. Siempre da las gracias cuando recibe una moneda inclinándo la cabeza y agradeciendo al Señor.
Algún sábado que salí por el metro Tacubaya le ví, y me imaginé que su horario es corrido descansando sólo el domingo.
He escuchado de mucha gente que personas como él, con veinte personas que le dén un peso puede sobrevivir. Aquí en México la vida es dura y por muy cruel que ésta sea, si sabes mantenerte con veinte pesos puedes librar la gran batalla del hambre y de la mísera pobreza.
Hoy me dirigí como todos los días, por el mismo pasillo, al mismo lugar. Ahí lo encontré, puntual y sin desmoronarse, sin maldecir lo que le había tocado hacer en éste pedazo de vida, sin ver con recelo a uno que otro afortunado de vivir mejor.
A la distancia me imaginé sentada ahí, como él, pidiendo yo alegría, una sonrisa, paz en mi corazón. Pidiendo que mi vida mejore como ser humano. Pero lo pido a los demás porque los demás también forman parte de lo que yo haga. Pedía perdón para ver si alguien me lo daba, pedía un abrazo para ver si alguna persona podía darme un mendrugo, pedía amistad sincera durante unos instantes de convivencia, pedía para mí y para que los demás se sintiesen un poco mejor por haberme dado una limosna.
Ahí me ví y, como aquel hombre, poco a poco me volví callada. Muchos ni siquiera se inmutaron en mirar que ahí estaba mi cuerpo, otros llevaban prisa y algunas simplemente miraban lo que mis partes enseñaban.
Entendí la apatía de muchos por no querer dirigir su vista hacia mí o hacia aquel señor que estaba junto a mí.
Le iba mejor a él, me enseñaba con su mano buena cada una de las monedas que le tiraban en su lata y sonreía, me volteaba a ver como si estuviésemos en una competencia en la que seguramente yo no me vería favorecida.
Mi espalda me mataba, el frío me colmaba, la desolación me gobernaba pese a estar a cada instante rodeada de una y mil formas de aglomeraciones.
Ví como su horario de labor transcurría y en su hora de comida me ofrecía un trozo de su plátano mordido. Cómo los del servicio de limpieza barrían a su lado, él preguntaría cómo estaba el hijo del barrendero. La noche llegaría y yo estaría presta a marcharme pero nadie vendría por mí como llegaron a recogerlo a él.
Me miró y sonrió. Se despidió sin alegar, me dijo Hasta Mañana y arrastrado en un tapete salió con ayuda de una señora ya grande.
Por mi nadie llegó. El metro sólo se quedó. Alguna que otra vez oía el paso hueco de alguna persona que acudía presto a salir del lugar.
Por mi nadie llegó y aunque sabía que ya pronto me tendría que retirar dormité unos instantes soñando en tantas y tantas preguntas que nunca me conteste.

5 comentarios:

Enigma dijo...

... la vida tiene sus insondeables caminos Dra, cualquiera que estos sean muchas veces estan mas alla de la comprension de quienes no vivimos lo de los demas.

Un beso y buen lunes.

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Skene dijo...

miss klein!!!! oiga todas las grcias del mundo! su tarjeta es el primer regalo navideño que recibo, el primero y pensaria yo que el mas bonitote!! gracias! en verdad mil mil gracias! hay que vernos un dia de estos para comer no?

RAYDIGON dijo...

Me encantan tus historias, eres genial K...

La estación Auditorio es la ke mas uso y la odio, camino mucho en ella, jajajaja

Besitos Doc talentosita

Unknown dijo...

¿pues como se va a desmoronar el señor si no tiene piernas?

TuringMX dijo...

Ja, cada mente es un mundo. Y un mundo es de millones de mentes. Me encantó tu relato.

Saludos