04 julio 2007

El piano

¿De dónde recogería ella todo ese cúmulo de historia?
No lo sé, pero esa anciana generaba un honorable respeto por lo que había en cada uno de sus rincones.
Desde que entrabas a su casa podías percibir los olores de su edad.
Roble viejo, cortinas de antaño que, sin duda, presenciaron los momentos más culminantes de su gloria en el gran salón de baile. Amores tal vez que se conocieron, que se enojaron, que se distanciaron y que se enamoraron nuevamente al sonido de un alegre vals.
Espejos de aquellos de forma inclinada, para verte de una forma adecuada de la cabeza a los pies. Siempre me provocaba mareo.
Copas de cristal, bellamente arregladas, como si en un instante pudiera volver el tiempo atrás y de inmediato las visitas serían atendidas.
¡Cuánta colección de vidrio! Tintineante, rebozante, gustoso de que mis labios rozaran el dorado de su orilla.
Vino viejo, de antaño, de esos que con el tiempo saben a madurez, a paso cuidadoso de elaboración, a historia.
Mis manos pasan sobre todo, como si desearan mis dedos absorber el cuento que ha tenido cada uno de esos elementos.
Mis dedos se llenan de polvo. No es sucio, te cuenta lo que ha vivido aquella gran mujer.
Ni qué decir de la vieja alfombra, de esa que la cargaban entre varios para colocarla en los pasillos. Roja, como un salón de trofeos. Luída por el tiempo daba aún la apariencia de ser útil. De soportar los pasos de las cuántas personas que habrán estado sobre ella. Cuántos roces de vestidos largos serían motivo de un recuerdo de bella dama, de perfume de estrellas brillando en el paso del imperdonable tiempo.
Jamás cargaba polvo porque todos los días era imperdonable tenerla olvidada .
Cuanto hace que ella vive ahí y cuánto hace que aún todo luzca igual.
Libros, adornos y el semblante de su imagen al fondo del enorme salón de arañas colgantes: Un piano. Si.
Esos que en las películas asoman orgullosos la cola larga expectante de ser escuchada en sus retruenos de notas.
Su negrura daba la serenidad propia del salón, contraste del dorado y del rojo.
Ella caminaba hacia él y yo, detrás de ella.
Queriendo guardar en mi mente cada momento que pisaba de historia.
-Aquí es, mira- Me dijo su voz tambaleante- aquí es donde siempre tocaba por las tardes, ya lo verás. Faltan diez minutos.
Mi incredulidad se asomaba tras la mirada gentil que me provocaban sus palabras, pero la educación me gobernaba y debía portarme tan dama como ella.
-Allá verás el reflejo- Y señalaba con su mal de Parkinson la cómoda con espejo rodeado de Talavera.
Un cucú antiguo me indicaba la hora.
Y ella se tocaba el pecho con ambas manos y parecía excitada y en espera de que yo lo confirmara.
De pronto las campanas… Allá, a la distancia. Ya daba una… ya daba dos…
Y ella comenzaba a recargar su cuerpo sobre el piano y a mirar solemne desde la entrada hacia mí.
-¿Qué miraba?- Le pregunté… Shhh y me calló.
Su dedo me indicó por dónde seguir su vista.
Las campanadas cesaron al quedar en seis.
El cucú salió dando el ritmo de las seis…
Las cortinas se abrieron, El piano se movió… Incrédula miré todo alrededor y ella yacía sentada… sonriendo… hablando con los ojos cerrados.
-Qué bueno que ya llegaste mi vida. Te estábamos esperando. Hoy tienes visita y desea escuchar cómo tocas el piano.
- Es parte de su estado senil, pensé, pero ya el nervio me tenía presa.
Hacía frío y miraba el salón con aire diferente. Como si las luces fueran más brillantes, como si el ambiente rejuveneciera, como si el piano hablara…
¡Y habló!
Tocó notas y yo lo miré. No era la anciana… No eran aparatos, no había nada.
Ella solo miraba hacia adentro de si, disfrutando del alegre concierto.
Yo no concebía lo que miraba y mi espanto fue mayor cuando el salón se movía acorde a las claves melodiosas.
No pude más, el corazón se me salía….
Corrí hacia la puerta y no miré más.
Olvidé el olor a viejo, caminé por donde brillaba la juventud.
Y si no hubiera salido de ahí, sería presa de su tiempo como ella quedó en aquel gran salón.

8 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

Otra vez las comas y espacios se los ha comido blogger.
Mil disculpaaaaas!

Juan de Lobos dijo...

Gracias por la visita, ya mandé el correo a tu direccíón, mil gracias.
Y el cuento está bello, ¿te has puesto a pensar que tal vez nosotros seamos los que interrumpimos en el descanso de los que se fueron?
Mil besos y mil saludos

Nube Gorda dijo...

Dra. sabes q me hubiera encantado vivir esa época, pero también me da miedillo pensar en esas casonas con grandes salones, inmensos pianos al borde de una imponente sala, con adornos y en las noches todo a obsucras, ay q mello..

Te dejo un bsuchillo*

Anónimo dijo...

Wow, yo no sé si mi corazoncito aguantaría algo así! excelete relato!
Saludos Kleine.

Anónimo dijo...

woooooow... que excelente relato!!!
Hasta sentí que estaba ahi y que lo veía tocar mientras que la señora sonreía de oreja a oreja. Todo el salón con música y movientos!

Bonito jueves ;)

Anónimo dijo...

Interesante RElato!

Seguire pasando a buscar más!


Saludos

Anónimo dijo...

Hola que tal:
La verdad es que no leí completa la historia, es que yo pensaba que este blog se trataba de un curso de piano. Saludso desde Millarai Maché.

Ronymaru dijo...

Espero que no me respondas en tu blog,condisero que esa es una odiosa costumbre.