El aire sutil del pórtico era lo más delicioso que uno pudiera experimentar ahà mismo, y más sentada en la mecedora; los sonidos de pajarillos que vuelven a sus nidos, en un suave atardecer, para preparar sus velas nocturnas, sonaban en completa armonÃa con el sol a medias, reflejante en el lago, tras la gran casa de madera.
Miranda disfrutaba de esos sonidos aspirando el ambiente plagado de flores y polen, tÃpicos de la temporada de aquellos lugares. Todo encajaba en un cuadro perfecto de amarillos y ocres mientras ella recordaba como quien recuerda con ternura, como quien recuerda con amor, como quien se deja abrazar por lo que se vivió en otros tiempos, dejando asomar de vez en vez una leve sonrisa acompañada de un profundo suspiro...
Asà se remontó Miranda a sus ayeres –muchos por cierto-, cuando vendÃa en el pueblo rica fruta fresca.
Todas las mañanas, ligeras o con llovizna, tenÃa prestas sus sandÃas, mangos y fresas, acomodadas alegremente con la mejor disposición para ser llevadas. Bien pudiera pensarse que les hablaba y les consentÃa como Mamá Gallina criando a sus pollitos sin pensar en el fatal destino que pudiera depararles...
Sà que era colorido el puesto donde acudÃan señoras, esposos, viajeros, amigas y uno que otro marinero que descendÃa del puerto para llevarse lo mejor que se ofrecÃa.
Ella, al igual que su fruta, irradiaba frescura y alegrÃa a la más pura sencillez provincial. Tarareaba siempre esas viejas canciones que su abuela ponÃa y ponÃa en aquel fonógrafo. De niña lo miraba una y otra vez dando múltiples vueltas su traviesa cabecilla como si al mirarlo uno sacara la imagen de quien canta y le viera hacerlo vez tras vez. Ella soñaba...
Un solo melón le compró aquella mañana esa voz, uno sólo y su vida quedó prendada deseando ser ella la que se iba en esa bolsa.
Una sonrisa boba y perturbada y no supo más al decir que tenÃa las mejores pepitas para escupir. El pago fue una aplastante carcajada que más de dos señoras miraban asustadas.
-¿Acaso hay gente nueva en el puerto?-preguntaba Lolita en voz baja, solterona, absolutamente flaca que, desde los inmensos tiempos en que supo de las artes del conquiste, siempre acudÃa a ver lo que llegaba, a suspirar y soñar con caballeros en busca de sus mieles. Nunca tuvo suerte, no era agraciada de primera vista, pero poseÃa el gran encanto de hacer pasteles para su venta. Era la gran conversadora de Miranda que le ayudaba a pasar las tardes menos perezosas y lentas de aquel pequeño lugar. Pizpireta, curiosa y con dos cÃrculos rojos notables semejando rubor natural en sus flácidas mejillas miraba a aquel hombre de espaldas en el puesto de Miranda y a su vez a ella quien, por obvias razones, se encontraba abstraÃda en esa figura de misterioso aspecto.
-Dicen que es un gran marinero - aseguraba otra señora-, que viene de lo más remoto de los grandes mares, muchos de aquà le conocen de chico, está decidido a llevar sus negocios de forma más tranquila. Ya tiene varias semanas acomodándose en la villa. Le ha comprado muebles al viejo Carpintero, otros más ha dejado a su encargo para diseñar y hacerlos a su gusto. Busca lugares y se mete a cualquier tienda, de ser turista en otro barco hubiera emigrado pero ha comprado la casa abandonada de la familia Requena. ¡Mejor uso no le pudo haber dado!.
Trae con él a un perro, siempre le grita en italiano y el perro le entiende bien. Familia no parece que traiga porque ha comprado la cama de Latón pequeña del difunto marqués, ése que dejó todo en la tienda de trebejos del judÃo Marcel...
¡La información precisa a la persona correcta!
Ya urgÃa despedir a ese cliente para poner al dÃa a Miranda sobre ese señor que no paraba de reÃr y que platicaba con ella. Gestos y manoteos era lo único que Lolita miraba desde el mostrador en la panaderÃa de enfrente...
7 comentarios:
Esos contextos, esas geografÃas (las más importantes para mà perdidas), siempre ahÃ, en nuestra mente, aunque ya no volverán... Tampoco quienes las habitaropn. Saludos.
es increible el registro de los detalles,de las voces,de las imagenes.Y tambien es increible que todo tenga un final.
saludos
wena semana
Saludos amiga que tengas buena tarde :)
bello texto, casi puedo sentir la brisa..
Algo intenso se ve que va a pasar ahÃ, en el lugar de tu historia..
quiero conocer a Miranda para comprarle unos exquisitos y jugosos melones y una sandÃa para preparar una rica agua fresca...saludos
¿Esta historia se pondra intensa?
Beso.
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