13 octubre 2005

Recuerdos III

Era algo extraño que a pesar de que todo el pueblo murmuraba el posible romance en puerta nadie veía algo en concreto. Cierto era que en la villa estaban pasando cosas nuevas, quizá por eso todos miraban hacia todos lados.
La presencia de dos chicas similares a la edad de Miranda fue lo que tenía expectante a muchos. Llegadas de otros pueblos, lucían como todas las chicas brillantes, jubilosas, rebosantes de energía y coquetería.

A muchos jóvenes les arrebataban los suspiros y no era de asombrarse que se les mirara frecuentemente por el puerto donde eran invitadas a curiosear en algunas embarcaciones por los apuestos marineros de la región.
Como toda cosa nueva no tardaron en conocer a Fernando. Presentadas como las sobrinas del alcalde gozaban de ciertos privilegios de respeto y travesura aunque se les mirara con recelo por el resto de las jóvenes del lugar.
El alcalde desearía que una de ellas fuese más allá que una chica amistosa de Fernando, quien sabedor de la comprometedora situación no hacía más que ser solemne a cada visita que recibía de ellas en su embarcación.

Miranda sabía de ello. Lolita simplemente minimizaba y acompañaba la angustia fémina de celos y pensares que cruzaban su corazón al saberse desplazada. Comenzó simplemente a estar callada, alejada de todos, metida en sí misma.
Una tarde, al cierre del trabajo, Miranda fue al peñasco sola. Quizá para pensar, quizá para meditar. Era momento de platicar consigo misma y aprender que en cuestiones de amor nada se sabía a ciencia cierta. Desearía morir en esos instantes al caer hacia las rocas que rompían las olas del mar. No pudo percatarse de las lágrimas que rodaban en sus mejillas, como tampoco pudo saber de los pasos que Fernando dirigía hacia el mismo lugar.
Si fue cosa del destino que ambos estuvieran reunidos y callados bien pudiera decirse que ambos estaban de acuerdo. El llegaba a su rescate para no morir en el olvido, en las rocas, en el mar.
Fernando no pidió permiso y a su lado contempló lo cristalino de las gotitas salidas de sus ojos, secándolas y mirándola por primera vez tan cerca como en sus sueños siempre la tuvo, rozando la piel que tantas noches le causó un gran insomnio por tenerla en la mente plasmada bajo un delantal usado y manchado de fruta. A pesar de su gran madurez aún poseía el encanto que todo caballero tiene para hacer sentir seguridad a su lado.
Era el momento preciso en el que Miranda supo que no valía la pena su muerte sin haber conocido a ese hombre, clamando su amor, y ahí, sin palabras, ambos se abrazaron y se fundieron en el beso más sutil que pudieran haber imaginado, un beso que les sumiría en el gran abrazo de conocerse y saberse mutuamente pertenecidos...
Miranda lo amó más que nada en el mundo, más que a esas gaviotas que se llevan las tristezas a las islas. Más que a esa casa que él le dejó llena de recuerdos antes de partir donde el mar termina y toca con el cielo.
Ahora el pueblo ya es viejo, como con los que ahí vivieron, sigue visitando a Lolita en su casa cada vez que solicita apoyo para su artritis, le saludan las sobrinas del alcalde y pasa por donde ella tuvo ese puesto de fruta divertida.

Así recordó Miranda, en su mecedora postrada en aquel pórtico blanco, cómo fue que se unió a él hasta el último instante de su vieja vida de aquel apuesto marinero.
Era un culto al recuerdo en ése atardecer sobre aquellos “celos tontos� que pudieron alguna vez ofuscarla en búsqueda de cosas tontas cuando la realidad le deparaba otras bellas formas de vivir.

Fin.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy en día el romance,los amantes, ese amor intenso esta mas fuerte que nunca. Basta una pequeña chispa para encender incontrolables pasiones.


...aunque solo sean recuerdos.

Freddy dijo...

busco una mujer como Miranda, que ande en sus treintas, que le guste la literatura, los conciertos, los museos, el buen cine y que tenga gustos excelentes para todo....si la conoces pásale mi e-mail.....saludos y disfruta tu día

Anónimo dijo...

Que romántico. Que lindo que asi fuera en casi todos los casos la vida, no? Con finales felicísimos.

J.S. Zolliker dijo...

Es refrescante encontrar sitios como el tuyo... ¡Felicidades!

Enigma dijo...

Sin duda alguna, los pequeños detalles son los que mas grandes recuerdos hacen en la mente de alguien...

El amor a final de cuentas, se impuso.

Un beso Dra.

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

stultorum dijo...

necesito una parte de Miranda.

Anónimo dijo...

Uy me perdi los anterior recuerdos peo las imprimire para leerlos en el camino.
saludos

RAYDIGON dijo...

¿Porque no puede ser todo tan feliz?...

Besines