31 agosto 2006

El teléfono

La chica llegó a su casa, como todo día común, como todo día normal después de un largo y tedioso día de trabajo.
Colocó los menesteres del súper en la cocina y presta se quitó las zapatillas que, si bien toleraba todo el día en el ir y venir de una oficina al banco y del banco al cubículo de su jefe, era justo que le diera tregua a sus pies con unas pantunflas reconfortantes de color miel.
Quitando toda clase de formalidades, desajustó los aretes y pulseras, saco y bufanda para ponerse algo mucho más cómodo que le hiciera sentir que realmente había llegado ya a su casa.
Tras eso, dio de comer a su gato meloso que no hacía más que recibirla acariciandose en los pies de ella, luego hizo lo que todos los días, por impulso, costumbre o aviso, fue a revisar el buzón de su teléfono que le avisaba que de menos tendría quince mensajes guardados.
La luz intermitente del aparato añadía también que las llamadas eran en algunos marcos de horario, repetidas. Accionó los mensajes que uno a uno se iban reportando.
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Uno, de su amiga Clara, que reclamaba en tonos muy alebrestados el plantón a su cita de hoy a la hora de la comida. La chica se llevó la mano a la cabeza como recordando ése último pendiente y hablando casi al mismo instante que la voz en la grabadora pidiendo perdón varias veces.
Sí, lo había olvidado.
Las horas de la oficina la habían absorbido y dejó en su cumpleaños de Clara un plantón en el restaurant más selecto a su amiga consentida.
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Otro más era para recordarle el pronto pago del servicio de gas que, hoy por hoy las grandes compañías se toman la molestia de avisar que uno debe de ir a pagar antes de que se haga el corte o de lo contrario ya estaría disponiendo de agua solamente fría y sin poder calentar nada en su alegre cocina.
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Una típica llamada de alguna persona que, al escuchar su voz breve de perdir que se dejara un mensaje, se escuchara colgar de súbito. O no la encontró y detesta hablar con máquinas o simplemente era número equivocado.
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Un cuarto mensaje le decía una voz masculina, fuerte y en tono de conquista que su voz por teléfono sonaba bien. Sin más recado colgaba.
Era éste numero el que se repetía por varias horas y que ella no había puesto tanta atención hasta que escuchó la misma voz en los siguientes mensajes.
A cada llamada el mensaje aumentaba.
Al sexto mensaje de voz, en la tarea de ir acomodando la ropa y arreglando algunas cosas que en la mañana quedaron incompletas, la dejó quieta, congelada y extrañada el que ya la voz le diera señas particulares de que la conocía, de su color de cabello y de la ropa que ayer llevaba puesta. Y no solo eso, sino que le pedía una cita para poder conocerla físicamente. El tipo se escuchaba realmente interesado aunque por la cabeza de ella lo más aterrorizante era que no dejaba nombre y sólo en el identificador aparecía distinguido como llamada particular.
-¿quién era ése tipo que se atrevía a llamarla describiendo e insistiendo conocerla?
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Así dos mensajes más y sin nada mejor que hacer se llenó de pánico tratando de borrar lo que había escuchado. Discretamente trató de asomarse a la ventana, al edificio de enfrente, buscaba tal vez alguien que estuviera sospechoso, pero todo allá afuera transcurría de una forma en la que nadie estaba enterado de lo que ella estaba pasando.
Miraba a su teléfono como queriendo saber quién diablos había llegado a asustarla de tal manera. No quiso hacer más llamadas y prendió el televisor.
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Trató de no sugestionarse y se dirigió a la cocina, el cereal que acostumbraba la invitaba a servirse un buen plato acompañado con avena y en ése momento leyó de rápido la correspondencia que había llegado mientras allá en su recámara la televisión narraba un evento cómico sucedido en algún lugar. Risas grabadas.
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Tomó una ducha y pronto el cansancio le vino y la televisión quedó hablando sola hasta que en automático, marcada una hora determinada por programación, ésta se apagó y quedó todo tranquilo y en silencio.
Ella dormía completamente.
11:45 p.m. Suena el teléfono y de súbito contesta adormilada... es la misma voz, ésta vez haciendo gemidos, diciendole cosas que le despertaron por completo.
Ella grita ¡idiota! azotando el telefono.
Gira y se acomoda nuevamente para volver a dormir.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

... ahhh esos mudos, se valen del anonimato del telefono para hacer cosas que jamas harian, como hostigar o molestar, mejor ignorarlos.

Un beso Dra

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Anónimo dijo...

Opss! De las cosas mas desagradables que a cualquiera pueda pasarle.

usshh usshh que se vaya el diablo y que venga Jesus...

Saludotes / Adrian

Kix dijo...

Hay una película que se llama Happiness (el título no es más que un sarcasmo), en la que uno de los personajes hace eso precisamente, llama a casa de mujeres y se masturba mientras tanto.

Disgusting.

Perikoz dijo...

ahhh la verdad nunca me ha pasado, pero si pienso que debe ser molesto y escalofríante; mas como mujer... uhhh

piel de gallina!!

ALDERGUT dijo...

igual y ya había entrado a su depa, puesto una cámara que la espiaba y la podía controlar desde una simple y llana computadora... ahora todo es posible... salu2

Anónimo dijo...

En un inicio pensé en la canción llamadas anónimas de Fernando Delgadillo, pero en una vrsión escalofriante, más como un capítulo de CSI.

Un abrazo

Angeek dijo...

Sí, lo mejor es ignorarlos. Su poder aumenta si notan que les temes.
¡Saludos!

Real de lo virtual dijo...

Diles, ya sé quien eres y te va a ir muy mal, entendiste?
Y luego les cuelgas

paulina y marco dijo...

excelente post, ... así son las cosas que pueden pasar cualquier día

RAYDIGON dijo...

La mejor medicina es; "No te hago caso".

Besitos.