23 agosto 2006

Mala pata

He visto cómo hay personas que se jactan de ser felices en la soledad de sus habitaciones, dejando que el teléfono suene y suene sin que acudan con prisas.
Me cabe en la cabeza pensar cosas buenas y malas de lo que pudiera pasarles sin que nadie siquiera perciba sus pasos en el techo, pero de manera personal me da pánico saber que de un día a otro no se llegue a saber de quien vive solo.
Todo esto a razón de que, tras un viaje obligatorio de trabajo, ayer volví con la carga típica de dos días de dura labor.
Imaginando llegar y encontrar la frescura en una ducha de agua caliente podía ya sentir el acurruco tierno de mis sábanitas o de menos una cena ligerita con algo de leche fría.
¡Cuál!
¿La sorpresa?, una de mis llaves, que en vacaciones se la presté a Periko no estaba en mi llavero.
¿Lo peor?
Era la llave de entrada al edificio.... ¡Dioses!
¡A esas horas de la noche ningún vecino anda rondando la calle!, en su mayoría viejitos se guardan muy temprano. O caso grave, algunos de ellos son sordos.
Mi intento por meter alguna otra llave fue en vano, esa chapa la diseñaron para que no fuera abierta de manera fácil y que no entrara cualquier otro desconocido... la desconocida era yo.
Caso dos, intenté tocar la ventana del vecino que está cercano a la puerta, pero todo estaba oscuro y nadie parecía crear ruido allá adentro.
Esperé 10 minutos a que alguien oyera ruido... ¡nada!
Mis pies molidos y con un gran costal de cosas cargando hizo que en definitiva me quedara sentada en la banqueta, aguardando a la suerte de ver quién entraba después de haber paseado en última hora a su querido perro.
Tocaba el cristal y nadie siquiera veía quien osaba hacer ruido, mejor se asomaron los vecinos de enfrente y no los que yo necesitaba que enseñaran la naríz.
El cuento no es largo:
45 minutos de espera y llegó en taxi un individuo que mi hijo le llama El Mago; siempre vestido de doctor se le ve salir pero jamás entrar.
Esta vez me tocó ver su hora de llegada.
¿Lo curioso? ¡Me preguntó a quién buscaba yo! - Yo vivo aquí- le dije con cara de asombro y enfado, aunque él tuviera sus dudas, me colé de manera rápida sin proponerme hacer mayor plática.
Me entró un pánico indescriptible... si me muero ahí en mi depa yo sola percibirán que ya no existo por la peste de muerto descompuesto ¡pero jamás sabrán quién diablos era yo!
Comienzo a pensar que vivir sola es parte de una naturaleza humana buena aunque muy cómoda para los que no quieren ser parte de alguien, ¡sólo te visita y se van!.
Creo que a partir de mañana tendré que hacer más amigos-vecinos o de lo contrario en algún momento de crisis como ésta nadie sabrá de mi real existencia.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien identificado me quedé, en mi vecindad nadie sabe que vivo ahí, solo me conocen cuando quieren que dé algún dinero para gastos de mantenimiento :S

Enigma dijo...

... hay mi querida Dra. le entiendo sonlos fantasmas sin rostro que estamos vivos en esta ciudad tan grande, algunos son fantasmas para nosotros, en otras ocasiones, somos fantasmas para el resto de la ciudad.

Un beso

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Angeek dijo...

Parece que no es un mal de ciudad. Me consta. Llegué a la conclusión de que es un mal de los tiempos modernos.
¡Saludos!

Anónimo dijo...

Upps que coraje! eso de prestar tus cosas y olvidarte que no la tienes cuando más las utilizas.
Sería bueno en verdad conocer por lo menos a tu vecina de al lado por alguna emergencia....
Saludos.

Lizette S dijo...

Hayyyy que mala onda... tienes que reclamarle a Periko he jejeje.

Ahora si que el mago te salvó!!

A mi una vez me pasó que por salir corriendo a dejarle una credencial a mi mamá, me quedé encerrada en el patio de mi casa!!! jajaja y estuve como hora y media!
A todos nos pasa algo parecido alguna vez en la vida.

Saluditos

ALDERGUT dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ALDERGUT dijo...

típico... y la verdad son muy pocas las personas que conviven con cierta frecuencia con sus vecinos, como que eso ya no se estila mucho... y que lástima por un lado porque muchas veces servirían de algo, como en este caso. Salu2

Anónimo dijo...

Es curioso que lo notes, y màs curioso aùn, que pienses evitarlo. La inexistencia colectiva es una dulce parte de la existencia individual, no es posible rehuirle; èso nos despojarìa de nuestra dignidad ante los dioses. Ellos saben, tan bien como nosotros, que seremos olvidados; los amigos sòlo lo postergaràn algùn tiempo...es algo asi como: "ven, acompañame a morir". Pero èsto es sòlo retòrica estoicista; la verdad es que nunca dejaremos de anelar la palabra amable del taxista o la sonrrisa del mesero...en fin, sabemos que existimos cuando nos reflejamos en los ojos de otros mortales; asì que la pròxima vez que pierdas tus llaves, asegurate de no buscarlas.

Anónimo dijo...

Querida doctora, yo le recomiendo que mejor busque un guapo compañero de departamento, en esos casos podrá auxiliarle y ayudarla de paso en las noches de insomnio ;-).

Saludos

Freddy dijo...

muy buena la crónica pero no por eso te disculparé el no haber pasado a saludarme ahora que estuviste chambiando en pueblo quieto...besos.....para la próxima me avisas para invitarte un helado y un dulce de leche de cabra o un rollo de guayaba

RAYDIGON dijo...

Te entiendo muy bien... Vivo solo tambien.

:o(

Besotes.

Dra. Kleine dijo...

Hay soledades que a veces no dependen de uno... raro decirlo, pero yo no quiero que al tocar mi puerta sólo conteste yo.

Mal de los tiempos modernos... SI! mucho, mucho, tan sólo basta mirar que la gente compra más mascotas que la compañía de una persona.