¡Es todo un arte! no cabe duda. Partiendo desde que los sentidos comienzan a percibir en las casas ése olor característico de que alguien se encuentra laboriosamente manufacturando cosas en la cocina hasta ver que el sonido que parece armonioso se desarrolla en contínuo ir y venir para presentar obras de degustación dignas en otros tiempos de merecedores y reyes
-Bendito lugar-.
...
Recuerdo a mi abuela, en esa gran cocina, rodeada de grandes ollas y humos salientes, yendo de un lado hacia otro metiendo mano a cuanta cosa había qué probar. Siempre veía colgadas cosas que yo dudaba ella las usara para alguna cosa, más en temporada de festejos eran las primeras que estaban ocupadas con sendos moles, grandes pipianes y pavos que apenas y cabían dentro asomando la pechuga y patitas tiesas.
...
¿Qué pasa cuando entras ahí?- siempre me he preguntado. ¿ Se adquiere una especie de Don cada vez que alguien decide ejercer la profesión de cocinar?, Cómo es que hay personas que van teniendo el toque de ángel que hasta un café con leche sabe a gloria.
...
Cuando era puberta siempre pensé que era cosa de mayores meterse a la cocina y preparar un buen caldito de pollo. ¿Cómo le hacían para lograr esa mezcla que parece maléfica de patas, cuerpo, verduras partidas, ajos y hierbas? no lo sé. Pero resultaba sanador hasta para el más moribundo de los enfermos. Sean pócimas o no, surten su efecto. Llegar al paladar y degustar como si ésa fuera la última comida que fueramos a tener tras el verdugo esperándonos en el patio del medioevo.
...
¿A quién no le han conquistado, sea mujer u hombre por la pancita? AH! porque no creo que sólo les pase a los hombres eso de llegar por el gusto del probar. A mí me pasó. Siendo tan tragona me conquistaron con unos tacos en pleno flirteo.
...
Mamá heredó las artes de la buena cocina, mi abuela los secretos de las viejas adelitas que con hierbas y condimentos lograban un sabor inolvidable. Pero yo... uy, qué pena, me cuesta aprender de libros y recetas ése toque que no aparece por ningún libro ni recetario. Sin embargo oí decir a alguien que la comida que uno prepara nunca sabe igual a la que se come ajena. Y tal vez sea sabio entender eso.
Estas fiestas que han pasado me han dejado kilos prestos a mostrarse en cualquier blusa, falda o pantalón, difíciles de eliminar pero con la gran satisfacción de que quedé como Santa Claus versión femenina: riéndome felíz agarrándome la barriga al son que comía.
...
Imposible decir no a un buen sabor. Imposible hacer ojos vizcos por una presentación de guisos que invitan al más seco a enjugar su saliva.
Hoy hago un homenaje a quien sabe de esos menesteres aunque el día de mañana haga otro por los maestros de Pilates, caminata, Spinning y baja-panzas.
¡He dicho! Oink-Oink-
-Bendito lugar-.
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Recuerdo a mi abuela, en esa gran cocina, rodeada de grandes ollas y humos salientes, yendo de un lado hacia otro metiendo mano a cuanta cosa había qué probar. Siempre veía colgadas cosas que yo dudaba ella las usara para alguna cosa, más en temporada de festejos eran las primeras que estaban ocupadas con sendos moles, grandes pipianes y pavos que apenas y cabían dentro asomando la pechuga y patitas tiesas.
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¿Qué pasa cuando entras ahí?- siempre me he preguntado. ¿ Se adquiere una especie de Don cada vez que alguien decide ejercer la profesión de cocinar?, Cómo es que hay personas que van teniendo el toque de ángel que hasta un café con leche sabe a gloria.
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Cuando era puberta siempre pensé que era cosa de mayores meterse a la cocina y preparar un buen caldito de pollo. ¿Cómo le hacían para lograr esa mezcla que parece maléfica de patas, cuerpo, verduras partidas, ajos y hierbas? no lo sé. Pero resultaba sanador hasta para el más moribundo de los enfermos. Sean pócimas o no, surten su efecto. Llegar al paladar y degustar como si ésa fuera la última comida que fueramos a tener tras el verdugo esperándonos en el patio del medioevo.
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¿A quién no le han conquistado, sea mujer u hombre por la pancita? AH! porque no creo que sólo les pase a los hombres eso de llegar por el gusto del probar. A mí me pasó. Siendo tan tragona me conquistaron con unos tacos en pleno flirteo.
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Mamá heredó las artes de la buena cocina, mi abuela los secretos de las viejas adelitas que con hierbas y condimentos lograban un sabor inolvidable. Pero yo... uy, qué pena, me cuesta aprender de libros y recetas ése toque que no aparece por ningún libro ni recetario. Sin embargo oí decir a alguien que la comida que uno prepara nunca sabe igual a la que se come ajena. Y tal vez sea sabio entender eso.
Estas fiestas que han pasado me han dejado kilos prestos a mostrarse en cualquier blusa, falda o pantalón, difíciles de eliminar pero con la gran satisfacción de que quedé como Santa Claus versión femenina: riéndome felíz agarrándome la barriga al son que comía.
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Imposible decir no a un buen sabor. Imposible hacer ojos vizcos por una presentación de guisos que invitan al más seco a enjugar su saliva.
Hoy hago un homenaje a quien sabe de esos menesteres aunque el día de mañana haga otro por los maestros de Pilates, caminata, Spinning y baja-panzas.
¡He dicho! Oink-Oink-
4 comentarios:
... bueno hay que ir viendo Dra que lo que se gana en unas fiestas se tiene un largo y nuevo año por delante para reducir.
Un beso
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
Hayyyyy la comida!!! ... y la gula!! Me ha pasado tantas veces que quisiera ser un barril sin fondo para poder comer tantas cosas ricas sin sufrir las consecuencias del exceso jaja.
Pero pues ni modo, todo con medida.
Te mando un abrazo y te deseo un excelente 2007.
Eso de Santa en versión femenina... pon la mano en el pecho y repite tres veces: exageré.
Y bueno, yo calladita, calladita y la semana que entra comenzaré con yoga :-P.
Un abrazo y un slim fast por si las moscas...
Si en ésta vida existen dos placeres... y los dos comienzan con c... dicen por ahí...
Saludos, y no sufra por los alimentos disfrutados, como bien dice enigma, tenemos todo un año para reducir... pero por favor sin dietas que son realmente odiosas!!!
Feliz año nuevo!
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