04 julio 2005

El vecino y los árboles

"Mi antiguo molino, en la pequeña aldea de los Pirineos, tiene una hilera de árboles que lo separa de la hacienda de al lado. Un día apareció el vecino. Debía de tener unos setenta años. A cada instante lo veía trabajando con su mujer en la labranza, y me decía que ya era hora de que descansaran.
El vecino, muy amable, dijo que las hojas secas de mis árboles caían en su tejado, y que yo tenía que talarlos.
Me quedé muy sorprendido: ¿cómo es posible que una persona que se ha pasado la vida en contacto con la naturaleza quiere que destruya algo que tardó tanto en crecer, simplemente porque, dentro de diez años, eso puede causarle un problema a sus tejas?
Lo invito a un café. Le digo que me hago responsable, que si algún día esas hojas secas (que serán barridas por el viento y el verano) le causan cualquier daño, yo me encargaré de mandar construir un tejado nuevo. El vecino responde que eso le da igual: él quiere que tale los árboles. Me enfado un poco; digo que prefiero comprarle la hacienda.
-Mi tierra no está en venta –responde.
-Pero si con ese dinero podría comprarse una casa excelente en la ciudad, vivir allí el resto de sus días con su mujer, sin enfrentarse a inviernos rigurosos y cosechas perdidas.
-La hacienda no está en venta. Nací y crecí aquí, y estoy muy viejo para mudarme.
Sugiere que venga un perito de la ciudad a evaluar el caso y que decida él. A fin de cuentas, somos vecinos.
Cuando se va, mi primera reacción es acusarlo de insensibilidad y falta de respeto hacia la Madre Tierra. Después, me pica la curiosidad: ¿por qué no aceptó vender la tierra? Y antes de que termine el día, entiendo que su vida sólo tiene una historia y que no quiere cambiarla. Irse a la ciudad significa también sumergirse en un mundo desconocido, con otros valores, que tal vez mi vecino se considera demasiado viejo para aprender.
¿Le sucede eso sólo a mi vecino? No. Creo que le sucede a todo el mundo: a veces estamos tan apegados a nuestro modo de vida, que rechazamos una gran oportunidad porque no sabemos cómo utilizarla. En su caso, su hacienda y su aldea son los únicos lugares que conoce, y no le merece la pena arriesgarse. En el caso de la gente que vive en la ciudad, piensan que hay que obtener un título universitario, casarse, tener hijos, conseguir que los hijos obtengan también su título universitario, y así en adelante. Nadie se pregunta: “¿puedo hacer algo diferente?�

Recuerdo que mi barbero trabajaba día y noche para que su hija pudiese acabar el curso de sociología. Ella terminó sus estudios, y después de llamar a muchas puertas, consiguió un puesto de secretaria en una empresa de cemento. Aun así, mi barbero decía, orgulloso: “mi hija tiene un título.�
La mayoría de mis amigos, y dos de los hijos de mis amigos, también tienen un diploma. Eso no quiere decir que consiguieran trabajar en lo que querían, sino al contrario. Entraron y salieron de una universidad porque alguien, en una época en que las universidades eran importantes, decía que para ascender en la vida hacía falta tener una carrera. Y así fue cómo el mundo dejó de tener excelentes jardineros, panaderos, anticuarios, escultores, escritores. Tal vez va siendo hora de revisar eso: son los médicos, ingenieros, científicos, abogados, quienes tienen que realizar un curso superior.
Pero, ¿acaso todo el mundo tiene que hacerlo? Dejo que los versos de Robert Frost den la respuesta:

“Dos caminos se bifurcaban en un bosque, y yo,

yo tomé el menos transitado
y eso hizo toda la diferencia.�

P.D. – para terminar la historia del vecino: vino el perito y, para mi sorpresa, mostró una ley francesa que obliga a que todo árbol esté plantado a un mínimo de tres metros de la propiedad ajena. Mis árboles estaban a dos metros, así que tuve que talarlos.

P.Cohelo.

13 comentarios:

Altamar dijo...

G. Kleine:
Pues como decimos ac'a en la escuela; "Lo doctor no quita lo pendejo".

Disculpa el vocabulario.

Buen inicio de semana.

Silencio dijo...

Ja ja seguro el vecino sabía eso y lo hizo por fastidiar...

Viejo loco !!!

Respecto a lo otro tienes razón, saber que en Aguascalientes es menos común que las niñas quieran bordar y deshilar y prefieran ver rebelde es un a pena.

Aunque esta desgracia de que los ruquines seremos los de nuestra generación en 15 o 20 años, pues puede que permita que nos dediquemos a cosas mas artesanales, bueno al menos yo podría dedicarme a la panadería

Sudado, en camiseta sin mangas a los 50, yummi, solo espero no inflarme como bolillo en cocimiento.

Salú

OdinGhost dijo...

pobres arbolitos!! pero bien por los viejitos!!!

AndreaLP dijo...

Me gustó el relato y, para desgracia o fortuna, la vida es así.

Feliz inicio de semana!

Enigma dijo...

Creo, que mas alla de los arboles, del viejito, la enseñanza esta en pensar, que es lo que queremos de la vida o por lo que queremos que sea.

Aveces si, hay personas que obtienen de la vida, lo que buscan, otros, luchamos a brazo partido para que sea como queremos, y pocas veces vencemos.

Pero prefiero equivocarme mil veces, reconosco en mi 1001 veces para levantarme, asi que esos arboles se talaron, perfecto, plantaria por cada uno, 5.

Hay que cambiar la vida, nada esta escrito.

Saludos y un beso Dra.

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Carmelo Lattassa dijo...

Bonita, buena la prosa, lamento que hayas tenido que usarla para contar la historia de unos pobres árboles talados y un vecino mala gente... Un saludo y gracias por haberte pasado por mi blog...

Jesús Fragoso dijo...

El vecino tuvo suerte de encontrar a alguien tan dialogante. En un caso parecido yo tuve que pagar la tala de los de mi vecino.

Sobre tu nota...
Voy añadiendo lentamente algunos de mis poemas en el cuaderno para que así sean leídos también todos los que en él he ido incorporando desde su creación.
No escribo sólo para publicar en el blog. En él voy, con calma, presentando algunos textos que creo pueden gustar a gente tan maravillosa como vosotros.
En un futuro no muy lejano quizá los tengamos en formato de papel, pero lo importante son los lectores y el viento que me los va trayendo a pequeñas dosis.

Un abrazo desde Bellaterra
(Barcelona).

Freddy dijo...

pasé como relámpago a dejarte un saludo y a desearte una agradable semana.....cuando navegue más tiempo leo este pensamiento de Coelho; ha de estar interesante...un beso

Anónimo dijo...

Ese hombre, Cohelo, siempre tiene la habilidad natural de dejarnos pensando.
Que inflexibles solemos ser y reacios a los cambios, no?

Anónimo dijo...

linda historia, gracias por visitar mi blogg. suerte........

H.G. dijo...

Tengo un título de una carrera que terminó gustándome menos de lo que yo creí que em iba a gustar (ingeniería electrónica). Sin embargo, tuve la gran suerte de encotnrar trabajo en una de las áreas de mi carrera que en realidad me gustaron y mucho. Así que en lo que llevo de vida profesional (un año), no me quejo.

Pero es cierto, se piensa que si no tienes un título no peudes lograr nada en esta vida y no es así. El que tenga inclinaciones por sacar una carrera que lo haga, pero que no sea por obligaciones familiares o por prestigio.

Ese verso de Robert Frost siempre me ha gustado mucho! Buena elección!

Saludos

Anónimo dijo...

Es verdad lo que dices Kleine, parece ser que los seres humanos por naturaleza les tenemos miedo al cambio… hay quienes por comodidad, por aquella apatía de emprender algo nuevo que puede dejarnos mucho, llenarnos de satisfacciones, o simplemente vivir nuevas experiencias.

A veces el pensar, que estamos viviendo bien de determinada manera, y la idea de... ¿para que arriesgarse?, si ya estoy aquí, pudiendo salir, emprender un gran vuelo… y tener una mejor vida en todos sentidos.

Como quien no es capaz de salir del nido por el hecho de tener todo ahí, y el ir a otro lado implicaría llenarle de carencias; pero bien dicen que todo lo valioso cuesta, y que las puertas de lo valioso no se abren sin esfuerzo, y hoy en dia mucha gente prefiere una libertad económica a una libertad emocional.

Saludos Kleine… me gusta como escribes.

Ireneu Castillo dijo...

La ignorancia es atrevida, y el hombre actual es soberbio. Cuando se juntan las dos cosas, en vez de personas nos convertimos en monstruos.

El hombre hizo pudrirse a los árboles, solo falta esperar que él haga lo mismo. Memento mori.